viernes, 30 de abril de 2010

Psicopatía y política

Cristina Rius Saenz
Caudete
30/04/10

La psicopatía es un trastorno psicológico caracterizado por una total escisión entre razón y emoción. El pensamiento del psicópata es racional y pragmático, se centra en los propios intereses, es indiferente a las consecuencias de sus actos y a los sentimientos y pensamientos de los demás, y no repara en los medios utilizados para alcanzar sus objetivos, por más reprobables, violentos o perjudiciales que sean estos medios. El psicópata carece de empatía, es decir, no puede ponerse en el lugar de los demás, de modo que no sólo omite los sentimientos de las otras personas, sino que desprecia los pensamientos, opiniones y actos de éstas.

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Ello determina una total insensibilidad en el aspecto emocional, y en el ámbito racional la existencia de un pensamiento único, egocéntrico, rígido y autoritario. El psicópata es mentiroso y manipulador, simula hallarse integrado en su medio social y establecer buenas relaciones con los demás. Incluso en los casos de mayor gravedad del trastorno, puede desarrollar con normalidad sus actividades en todos los ámbitos de la vida. Estas características hacen que la enfermedad sea difícil de detectar, y que sólo se conozca a través de las consecuencias de los actos del psicópata, cuando éstos son descubiertos o alcanzan notoria trascendencia.

Cuando individuos con personalidad psicopática ocupan cargos de responsabilidad, la gravedad de las citadas consecuencias están en relación directa con la importancia del cargo, no sólo debido a las repercusiones de los actos de quienes dirigen, sino al número de personas que se ven afectadas por sus decisiones. Los líderes políticos y de gobierno que padecen transtornos psicopáticos son el ejemplo más notorio en este aspecto. Algunas políticas sólo están orientadas para servir a intereses cuya única aspiración es la obtención de algún tipo de beneficio.

La planificación de las estrategias coherentes con esos fines no reparan en consideraciones de ningún tipo acerca de los medios a utilizar ni tienen en cuenta las consecuencias negativas que puedan derivarse de su ejecución. Las políticas de este tipo son diseñadas de modo pragmático y estrictamente racional, están dirigidas hacia objetivos concretos y son por completo insensibles a las necesidades de las personas y a los perjuicios que puedan provocarles. Políticas de esta índole sólo pueden ser concebidas y llevadas a la práctica por individuos con personalidad psicopática, ya que requieren una absoluta insensibilidad emocional y un pensamiento único y excluyente, inflexible y autoritario, e indiferente a los sentimientos y pensamientos ajenos. Desde esta perspectiva, sólo los psicópatas son idóneos para ejercer de forma efectiva algún tipo de mando o detentar el poder, pues dicho ejercicio, por sus características, requiere de un tipo de personalidad específica, que es de hecho una personalidad anormal y enferma.

Convencidos, los dirigentes psicópatas se consideran en posesión de verdades absolutas, persisten de manera insistente y repetitiva en su discurso y propósitos, ignoran y desprecian las opiniones mayoritarias de los ciudadanos que le otorgaron el poder, mienten y manipulan para conservarlo, y son por completo insensibles a los sufrimientos que pueden derivarse de las acciones que promueven. Sólo prima en ellos el logro, al precio que sea, de los objetivos que se han trazado de manera inflexible.

martes, 27 de abril de 2010

Patocracia en el Perú - Urgente vacancia presidencial

Juan Zegarra Macedo
27/04/10

Una “PATOCRACIA” es un sistema de gobierno creado por una minoría patológica (psicópatas) que toma control de una sociedad de personas normales. Esta minoría patológica, cargada de individuos psicopáticos definitivamente tiene, un número de efectos sobre las personas normales: puede fascinar, traumatizar, causar desarrollo patológico de personalidad, o inspirar emociones de venganza, odio, represión, genocidio, etc.; todo esto como resultado de ver el MAL como una simple “opción” de gobierno.
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Estos factores psicológicos limitan la habilidad de los sujetos para controlar sus acciones. En este sentido, una interpretación moralista para la conducta psicopática del presidente es fundamentalmente errada. De lo que se trata en este artículo es aclarar la diferencia entre moralidad y patología; de tal manera que se reformule la vacancia presidencial por razones de incapacidad mental en lugar de incapacidad moral. Es resumen, García Pérez debe de ser removido de su cargo no por ser solo un inmoral sino porque fundamentalmente es un enfermo mental incapaz de reconocer y controlar el proceso específico que da surgimiento a ignorar su propia conciencia.

La conducta maligna se basa en dos creencias cruciales:

-La primera es una situación en la cual se acepta la suposición de que la víctima es débil, o incompetente, o inferior y en base a esto se le trata como a un objeto.

-La segunda creencia se basa en la suposición de que la víctima es una amenaza para la seguridad física o psicológica del perpetrador y por ende cualquier acción destructiva en contra de la víctima está justificada. Esta definición presupone que el agente de maldad o perpetrador tiene la capacidad de comprender las consecuencias de sus acciones. Considerado así, se puede definir el mal como la imposición deliberada de un sufrimiento cruel y doloroso a otro ser humano.

Sui (1998) argumenta que la inflicción de sufrimiento o su amenaza han sido denunciados a lo largo de la historia. Pero también ha sido ignorada, soslayada, camuflada, e incluso refinada, amplificada y enaltecida. Jamás ha sido eliminada de un grupo grande de personas ni siquiera por un período corto de tiempo. Es uno de los medios más comunes, frecuentemente el único decisivo, para la obtención de fines personales e institucionales.

Lamentablemente, nuestra cultura carece de un marco adecuado para entender las causas y procesos de lo que comúnmente se refiere al mal en nuestra historia. La conquista, el colonialismo, el entreguismo derechista y burgués, el catolicismo, el fujimontesinismo, el aprismo, el toledismo, el senderismo, el periodismo prostituido, etc. Nuestro cuerpo literario, las ciencias sociales y nuestro sentido común de moralidad solamente rascan la superficie de una verdadera comprensión de la naturaleza patológica del mal.

Por ejemplo, durante la dictadura fujimontesinista, alguna alta autoridad ofrecía explicaciones de la realidad política que invocaba una supuesta distinción entre los seres humanos y los 'humanoides' o ‘terroristas’, donde se suponía que éstos a pesar de tener forma humana, carecían de naturaleza humana. Los males que padecía el Perú eran exclusiva responsabilidad de los 'terroristas´. Esto, que equivale a una teoría del mal, ha sido llamada teoría unificada del mal (M. Orellana B, 1995). Claro está que este tipo de formulación de un aspecto tan importante de la convivencia humana -- considerada por muchos como caricaturesca, primitiva y simplista -- no es la que comparte la mayoría del pueblo peruano, quienes componen el único cuerpo abstracto que obra de opositor al gobierno patocrático de García Pérez; vale decir esa comunidad política desarticulada aun y conocida como la ‘oposición silenciosa.’

El objetivo central de la ‘oposición silenciosa’ es el crear conciencia en la ciudadanía sobre los peligros a los que nos exponemos en una PATOCRACIA PONEROGÉNICA -- como la que se vive actualmente en el Perú -- aproximándose lo más posible a las raíces del mal en el entendido que al no conocerlo, nos hacemos cómplices e incluso favorecemos su provocación a partir de la ignorancia.

Partiendo de la base que todos tenemos un lado oscuro que aparece como potencial para la maldad y nosotros como todos los humanos no nos escapamos de esta posibilidad. Nuestra forma de abordar el tema, por lo tanto, es descriptiva y desde el punto de vista de la psicología, en particular de la psicología humanista y no desde una perspectiva moralista.
Los grupos Ponerogénicos son aquellos con un número estadísticamente alto de individuos patológicos, hasta el punto en que el grupo como un todo, practica una conducta egotista y patológica. Estas personas actúan como líderes y hechizadores ideológicos, y mientras que la gente normal pudiera actuar como miembros, ellos han típicamente acumulado varias deficiencias psicológicas. Aquellos que no son susceptibles a tales influencias son excluidos del grupo. Estos grupos pueden, ya sea infiltrarse en gobiernos existentes, o ejercer su influencia desde “detrás del telón”. Soborno, chantaje, asesinato y actos de terror son utilizados para alcanzar estos fines.

Miembros normales de tales grupos ingenuamente protegen tal conducta desviada, y no se dan cuenta que es el trabajo de desviados. Su patología permanece escondida para aquellos que no desean verlo objetivamente. Se promulgan justificaciones e ideologías preparadas; toma lugar una selección subconsciente y una sustitución, y la patología es efectivamente disfrazada detrás de una máscara de sanidad. Aquellos que pertenecen al ‘partido’ etiquetarán la oposición como pacifistas, socialistas, liberales o terroristas, o cualquier otra etiqueta que sea más efectiva para poder invalidar su crítica.

Desafortunadamente, el gobierno liderado por García solo se volverá más patológico, egotista, y malvado en su conducta hacia la protesta legitima del pueblo, hasta que sean purgados los aspectos psicológicos retorcidos del presidente; lo cual solo se puede conseguir con la vacancia presidencial por incapacidad mental. Investiguemos científicamente los antecedentes psicológicos y psiquiátricos de García; que se obtengan, de acuerdo a ley, los archivos de todos los psicólogos y psiquiatras que en algún momento de su vida profesional atendieron a García ya sea medicándolo y/o psicoanalizándolo.

Documentemos con precisión las causas y efectos de esas decisiones presidenciales, que hasta ahora nos van costando más de 120 vidas humanas (40+ peruanos normales asesinatos por año); sin contar las ejecuciones extrajudiciales de campesinos en el Vrae y de pájaros fruteros en el norte del Perú y el aniquilamiento sistemático de líderes comunales llevado a cabo por el grupo Canela. Sometamos luego esta información al escrutinio de reconocidos eruditos/expertos internacionales en salud mental cuyo informe debe de sustentar la solicitud de vacancia. Manos a la obra antes de que el psicópata presidente siga asesinando a peruanos normales y decentes que solo hacen uso de sus derechos constitucionales en busca de mejores condiciones de vidas.

Referencias:

Andrew M. Lobaczewski, 1984. Political Ponerology: A science on the nature of evil adjusted for political purposes.Red Pill Press.

Robert D. Hare, 2003. Sin Conciencia: El Inquietante Mundo de Los Psicópatas Que Nos Rodean. Ediciones Paidós Ibérica; ISBN: 8449313619.

"El político psicópata necesita fabricar crisis"

Laura Di Marco
Analítica
27/04/10

El médico psiquiatra argentino Hugo Marietán es autor de trabajos académicos de renombre internacional sobre la psicopatía. Sus recientes análisis del "político psicópata" son el tema de esta entrevista publicada por el diario argentino La Nación de la pluma de la veterana periodista Laura Di Marco. Zeta lo reproduce para sus lectores.
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"Los políticos de fuste generalmente son psicópatas, por una sencilla razón: el psicópata ama el poder. Usa a las personas para obtener más y más poder, y las transforma en cosas para su propio beneficio. Esto no quiere decir, desde luego, que todos los políticos o todos los líderes sean psicópatas, ni mucho menos, pero sí que el poder es un ámbito donde ellos se mueven como pez en el agua".

El que lo dice es el médico psiquiatra Hugo Marietán, uno de los principales especialistas argentinos en psicopatía y referencia obligada para aquellos que les ponen la lupa a estas personalidades atípicas, que no necesariamente son las que protagonizan hechos policiales de alto impacto.

Porque, precisamente, la alusión no se dirige a los asesinos seriales al estilo de Hannibal Lecter, el perturbado psiquiatra de "El silencio de los inocentes", sino a aquellas personalidades que Marietán define como los "psicópatas cotidianos". Personalidades especiales, pero que no sólo se adaptan perfectamente al medio, sino que también suelen estar a nuestro alrededor sin mayores estridencias. Y más aún: muchos suelen llegar a la cima económica, política y del reconocimiento social.

Lo novedoso en la definición que hace Marietán, miembro de la Asociación Argentina de Psiquiatría y considerado una autoridad en su especialidad, es que el psicópata no es un enfermo mental, sino una manera de ser en el mundo. Es decir: una variante poco frecuente del ser humano que se caracteriza por tener necesidades especiales. El afán desmedido de poder, de protagonismo o matar pueden ser algunas de ellas. Funcionan con códigos propios, distintos de los que maneja la sociedad, y suelen estar dotados para ser capitanes de tormenta por su alto grado de insensibilidad y tolerancia a situaciones de extrema tensión.

En la psicopatía, señala este experto, no hay "tipos", sino grados o intensidades diversas. Así, el violador serial sería un psicópata más intenso o extremo que el cotidiano, pero portador de la misma personalidad.

Según explica Marietán en la entrevista, hay un tres por ciento de la población con características psicopáticas. Es decir, 1.200.000 personas en la Argentina. "La relación es de tres varones por cada mujer. Son 300.000 damas y 900.000 caballeros. ¿Por qué más hombres? Sospecho que es porque la mujer utiliza su poder en el ámbito de la casa", dice.

-¿Cómo distinguir un político psicópata del que no lo es?

-Una característica básica del psicópata es que es un mentiroso, pero no es un mentiroso cualquiera. Es un artista. Miente con la palabra, pero también con el cuerpo. Actúa. Puede, incluso, fingir sensibilidad. Uno le cree una y otra vez, porque es muy convincente. Un dirigente común sabe que tiene que cumplir su función durante un tiempo determinado. Y, cumplida sumisión, se va. Al psicópata, en cambio, una vez que está arriba, no lo saca nadie: quiere estar una vez, dos veces, tres veces. No larga el poder, y mucho menos lo delega. Quizás usted recuerde a alguno así? Otra característica es la manipulación que hace de la gente. Alrededor del dirigente psicópata se mueven obsecuentes, gente que, bajo su efecto persuasivo, es capaz de hacer cosas que de otro modo no haría.

-¿Como bajo el efecto de un hechizo, dice usted?

-Son gente subyugada, sí, e incluso puede ser de alto nivel intelectual. Este tipo de líderes no toman a los ciudadanos como personas con derechos: los toman como cosas. Porque el psicópata siempre trabaja para sí mismo, aunque en su discurso diga todo lo contrario. La gente es un mero instrumento. Carece de la habilidad emocional de la empatia, que es la capacidad de cualquier persona normal de ponerse en el lugar del otro. Las "cosas", para el líder político con estas características, tienen que estar a su servicio: personas, dinero, la famosa caja, para comprar voluntades. Utilizan el dinero como un elemento de presión, porque usan la coerción. La pregunta del accionar psicopático típico es: ¿cómo doblego la voluntad del otro? ¿Con un cargo, con un plan, con un subsidio? ¿Cómo divido?

-¿El clientelismo político es, según usted, una forma de cosificación?

-Sí, porque es un "yo te doy, pero tu me lo devuelves, vienes a tal o cual acto, me respondes como yo te pido". No es un dar desinteresado ni movido por la sensibilidad de querer ayudar a quien no tiene. Es un uso de las personas para construir el propio poder.

-Eso está claro, pero ¿qué lo definiría como un acto psicopático?

-Que le está quitando a la gente la capacidad de elegir. El psicópata siempre nos deja sin opciones: la gente que manipula está en una desventaja económica tal que no tiene otra salida: o como y lo sigo, o no lo sigo y no como. La libertad de las personas es la capacidad de tener alternativas.

-¿El líder psicópata sabe que trabaja para él o cree realmente luchar por una causa superior?

-Es muy difícil entrar en su cabeza. Tienen una lógica muy distinta. Sin embargo, lo crea o no, la bandera que utiliza siempre es suprapersonal, más allá, incluso, de este momento. Esto se ve bastante, también, en líderes religiosos psicópatas, que apelan a la salvación del más allá. Otras banderas pueden ser la apelación al hombre nuevo, el proyecto nacional, la liberación, la raza superior, la Nación, la patria. El psicópata siempre necesita buscar un enemigo, para aglutinar. Y, por supuesto, nunca va a decir: "Vamos a trabajar para mí".

-¿Qué sucede con este tipo de políticos en períodos normales, sin crisis agudas?

- Bueno, ahí viene el problema, porque el psicópata no se adapta a la tranquilidad. El necesita la crisis. Ser reconocido como salvador. En la paz, él no tiene papel. No la soporta. Por eso las sociedades lideradas por políticos de estas características viven de crisis en crisis.

-¿Y este líder no puede cambiar? ¿Aprende de sus errores?

-No. Siempre es igual a sí mismo: la psicopatía es una estructura que no cambia.

-Hasta ahora, los está pintando como seres indestructibles, pero algún talón de Aquiles deben tener. ¿Cuál es ese punto débil?

-La frustración de sus planes. Cuando apuestan por un proyecto, ponen todo en él y no les sale. Ahí, el psicópata se desorganiza y empieza a hacer pavadas. Es una personalidad controladora. Por eso en el momento de la frustración puede tener actitudes absolutamente toscas, torpes. Y en este punto, la gente ve que hace macanas, una detrás de otra, y empieza a quebrarse esa unidad, que consiguió con su persuasión.

-Usted dice que se aferran al poder y que es muy difícil sacarlos. ¿Alguna sugerencia?

-Bueno, hacen falta un montón de líderes de los comunes, normales, o bien otro psicópata pesado que se le contraponga. Entre muchos logran sacar al dirigente psicópata, o, al menos, reducir su poder. Otra cosa es aprender a no elegirlos. El psicópata necesita desestabilizar siempre las cosas, aquí y allá. Por eso necesita fabricar crisis. Si uno va entendiendo cómo es su mecanismo, los puede distinguir y votar por otros líderes, que pueden ser muy carismáticos, incluso, pero no psicopáticos.

-Si algún político psicópata llegara a leer esta entrevista, ¿se reconocería como tal?

-Por supuesto que no. Terminará de leer y les dirá a sus interlocutores: ¡Qué barbaridad; cuántos psicópatas hay dando vueltas por el mundo!

Cuando yo agarré el pito aquél

"... las crisis muchas veces son necesarias, muchas veces son necesarias, incluso a veces hay que generarlas, midiéndolas, por supuesto. Lo de Pdvsa era necesario aun cuando nosotros, bueno, no es que no la generamos, sí la generamos, porque cuando yo agarré el pito aquél en un 'Aló, Presidente' y empecé a botar gente, yo estaba provocando la crisis; cuando nombré a Gastón Parra Luzardo y aquella nueva junta directiva, pues estábamos provocando la crisis. Ellos respondieron y se presentó el conflicto y aquí estamos hoy”.

Discurso ante la Asamblea Nacional, 2003.