miércoles, 22 de julio de 2009

La Lógica Psicopática Israelí: Los israelíes no pagan nada por la injusticia de la ocupación

Gideon Levy
Haaretz
Traducido del hebreo para Rebelión por J.M.y revisado por Caty R.
20/07/09

En realidad, ¿quién necesita todo esto? El presidente de Estados Unidos invierte gran parte de su precioso tiempo y de su buena voluntad intentando convencer de la necesidad de acabar con el conflicto, los europeos están dispuestos a entrar en acción, medio mundo aguarda; pero, vamos, seamos sinceros: ¿por qué cargar con toda esta historia? Los colonos podrían hacer oír su terrible voz y cerrar los puestos de control, el ejército podría descender de su gloria, las noticias volverse aburridas, las viñas de los Altos del Golán podrían clausurarse y perjudicar la boutique del vino de Ofrah.

La vida en Israel es genial, ¿quién tiene tiempo para pensar en la paz, en las negociaciones, las retiradas, el "precio" que debemos pagar y todo ese desorden innecesario? Los cafés bullen, los restaurantes están repletos, los lugares de vacaciones llenos, los mercados desbordados, la televisión anestesiante, embotellamientos en las carreteras, festivales a todo trapo, 'la Scala' actuó en el parque y le seguirá Madonna, las playas llenas de público local y de veraneantes, el verano de 2009 es maravilloso, entonces, ¿por qué deberíamos cambiar?

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Los israelíes no están pagando ningún precio por la ocupación. En Israel, la vida es infinitamente mejor que en otros países. La crisis financiera mundial repercutió menos en Israel que en otros lados; hay pobres, pero no tantos como en el Tercer Mundo, tampoco los ricos ni la clase media se vieron seriamente afectados. La seguridad está controlada. No hay ataques terroristas, no hay árabes: cuando el terrorismo se calma, como ha ocurrido en los últimos años, ¿quién recuerda que existe un "problema palestino"? El ejército y el primer ministro Benjamín Netanyahu pueden seguir asustándonos con la amenaza del peligro terrorista, pero, mientras tanto, éste no existe; la amenaza nuclear iraní también es, por ahora, una posibilidad vaga. La vida en Israel, de momento, es segura.

Es cierto, de vez en cuando irrumpe una ola de violencia, pero en general sucede en lugares periféricos, que no interesan a nadie que viva en el centro del país, cohetes Kassam sobre Sderot o Katiushas sobre Kiryat Shmona, ¿a quién le importa? Después viene un período de calma, como ahora. El muro, la prensa, el sistema educativo y la propaganda política hacen un magnífico trabajo haciéndonos olvidar lo que necesitamos olvidar y ocultando lo que hay que ocultar. Ellos están allá, nosotros estamos aquí, y aquí la vida es como la miel, no como una explosión. ¿Como si fuera Suiza? O Mejor todavía.

Siempre hemos sabido rentabilizar todos los aspectos de la vida. Practicamos el culto de la seguridad, la verdadera religión de la sociedad, y perpetuamos la memoria del Holocausto. Se puede disfrutar en Israel y además hacerse la víctima, estar de fiesta y también quejarse. ¿Dónde existe otro sitio parecido?

Los israelíes no pagan nada por la injusticia de la ocupación, por eso la ocupación no acabará nunca. Sólo puede terminar cuando los israelíes paguen y aprendan el coste de la ocupación. Nunca acabarán con la ocupación por su propia iniciativa, ¿por qué deberían hacerlo? Ni el ataque terrorista más cruel de los que han ocurrido en el país ha conseguido que los israelíes entiendan la relación de causa y efecto entre la ocupación y el terror. Bajo las alas de la prensa y de los políticos, las dos fuentes de atontamiento y ceguera más importantes de la sociedad israelí, aprendimos a pensar que los árabes nacieron para matar, que todo el mundo está contra nosotros, que el antisemitismo es lo que predomina en las relaciones con Israel, que no existe relación entre nuestras acciones y el precio que pagamos de vez en cuando.

Ya sea un boicot internacional o un terrible derramamiento de sangre, no se ven en el horizonte cercano, entonces, ¿de qué deberíamos preocuparnos? Es cierto que el mundo comenzó a mirar con mala cara a Israel, pero, ¿qué importa? Los israelíes están convencidos de que de todas formas el mundo los odia. Todo el tiempo que puedan seguir disfrutando de los placeres, no hay razón para preocuparse. Intenten preguntar a los israelíes por qué se encierran, sólo oirán desdén, nunca una autocrítica. Los israelíes no sólo disfrutan, sino que también están muy satisfechos de sí mismos, de su alto grado de moralidad, de su ejército y de su país.

Todo esto sería estupendo si no fuese porque la ceguera es peligrosa y se prevé un final poco feliz. Otro verano genial en Tel Aviv -y en Gaza y en Jenin- pero una parte del mundo nos lo escupirá al rostro. Y entonces pondremos caras de sorpresa, de pobres víctimas, eso que a nosotros nos gusta tanto.

Comentario: Esta es la lógica que está manejando la sociedad israelí a costa de la sangre palestina. El confort físico es lo que les preocupa a las personas de Israel, mientras sus líderes sedientos de sangre siguen creando destrucción y genocidio en los territorios ocupados.

Disculpen la molestia: armados contra los pobres

Eduardo Galeano
Cubadebate
20/07/09

Si la justicia internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles?

¿Por qué son intocables las cinco potencias que tienen derecho de veto en Naciones Unidas? ¿Ese derecho tiene origen divino? ¿Velan por la paz los que hacen el negocio de la guerra? ¿Es justo que la paz mundial esté a cargo de las cinco potencias que son las principales productoras de armas? Sin despreciar a los narcotraficantes, ¿no es éste también un caso de “crimen organizado”?

Pero no demandan castigo contra los amos del mundo los clamores de quienes exigen, en todas partes, la pena de muerte. Faltaba más. Los clamores claman contra los asesinos que usan navajas, no contra los que usan misiles.

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Y uno se pregunta: ya que esos justicieros están tan locos de ganas de matar, ¿por qué no exigen la pena de muerte contra la injusticia social? ¿Es justo un mundo que cada minuto destina 3 millones de dólares a los gastos militares, mientras cada minuto mueren 15 niños por hambre o enfermedad curable? ¿Contra quién se arma, hasta los dientes, la llamada comunidad internacional? ¿Contra la pobreza o contra los pobres?

¿Por qué los fervorosos de la pena capital no exigen la pena de muerte contra los valores de la sociedad de consumo, que cotidianamente atentan contra la seguridad pública? ¿O acaso no invita al crimen el bombardeo de la publicidad que aturde a millones y millones de jóvenes desempleados, o mal pagados, repitiéndoles noche y día que ser es tener, tener un automóvil, tener zapatos de marca, tener, tener, y quien no tiene, no es?

¿Y por qué no se implanta la pena de muerte contra la muerte? El mundo está organizado al servicio de la muerte. ¿O no fabrica muerte la industria militar, que devora la mayor parte de nuestros recursos y buena parte de nuestras energías? Los amos del mundo sólo condenan la violencia cuando la ejercen otros. Y este monopolio de la violencia se traduce en un hecho inexplicable para los extraterrestres, y también insoportable para los terrestres que todavía queremos, contra toda evidencia, sobrevivir: los humanos somos los únicos animales especializados en el exterminio mutuo, y hemos desarrollado una tecnología de la destrucción que está aniquilando, de paso, al planeta y a todos sus habitantes.

Esa tecnología se alimenta del miedo. Es el miedo quien fabrica los enemigos que justifican el derroche militar y policial. Y en tren de implantar la pena de muerte, ¿qué tal si condenamos a muerte al miedo? ¿No sería sano acabar con esta dictadura universal de los asustadores profesionales? Los sembradores de pánicos nos condenan a la soledad, nos prohíben la solidaridad: sálvese quien pueda, aplastaos los unos a los otros, el prójimo es siempre un peligro que acecha, ojo, mucho cuidado, éste te robará, aquél te violará, ese cochecito de bebé esconde una bomba musulmana y si esa mujer te mira, esa vecina de aspecto inocente, es seguro que te contagia la peste porcina.

jueves, 16 de julio de 2009

Psicopatía política: maquiavélicos y narcisistas

Carlos Báez Evertsz
Clave Digital
06/05/09

Los maquiavélicos, en su relación con los demás, lo que buscan es aprovecharse de ellos, como instrumentos para el logro de sus objetivos individuales. Para ello no reparan en utilizar cualquier medio, desde la seducción hasta la intimidación, pasando por el uso sistemático de la mentira, el fraude y la compra pura y simple de voluntades políticas.

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Sin entrar en mayores consideraciones sobre lo que significa Maquiavelo en el pensamiento político, deseo recordar lo que señalaba mi profesor Antonio Truyol y Serra, refiriéndose a Spinoza y Rousseau, que intentando redimir al autor de El Príncipe, de la mala fama, vieron en su obra màs famosa una enseñanza para los pueblos, al mostrarle las prácticas secretas de los tiranos, y hoy, diríamos, de los políticos inescrupulosos.

No obstante, lo que ha quedado como veredicto histórico del maquiavelismo y los denominados teóricos maquiavelistas, ha sido una condena de dicha concepción, lo cuál no impide que se sigan practicando sus principios, por los sutiles, de manera más fina, y por los políticos de medio pelo, de la manera burda a que nos tienen tan acostumbrados tantos de nuestros políticos criollos, con sus maneras y estilos de la “Cosa Nostra” tropical.

Sin embargo, nos vamos a limitar a una consideración operativa para los tipos psicopáticos calificados como maquiavélicos. En este sentido serían individuos que tienen como norma de conducta la defensa a ultranza de su éxito personal y de su poder, por encima de cualquier otra consideración.

Los maquiavélicos, en su relación con los demás, lo que buscan es aprovecharse de ellos, como instrumentos para el logro de sus objetivos individuales. Para ello no reparan en utilizar cualquier medio, desde la seducción hasta la intimidación, pasando por el uso sistemático de la mentira, el fraude y la compra pura y simple de voluntades políticas.

Las tendencias básicas del individuo maquiavélico son la utilización de la manipulación de manera habitual en sus relaciones con los otros, y el hecho de que experimentan una satisfacción personal cuando logran manipular con éxito a las demás personas para obtener sus fines. Pero yo entiendo que lo fundamental del maquiavelismo, además, de lo anterior, es la absoluta carencia de sentimiento de culpa para llevar a cabo esas acciones.

Manipulan, engañan, mienten, atropellan, se apropian indebidamente de lo ajeno o de lo público, de una manera natural, con total distanciamiento, y con la casi íntima convicción de que todo lo que hacen, en cuanto les beneficia, es correcto, y está bien hecho. Es una tendencia típica de la mentalidad propia del delincuente. Esto me gusta, esto me interesa, sirve a mis objetivos o me impide alcanzarlo, entonces, lo tomo, lo adquiero, lo elimino.

Hay una absoluta separación entre el interés individual y cualquier norma de comportamiento privada o pública. Entre ética, moral y política. Es la idolatría del éxito como fin absoluto. La mala conciencia no existe en ellos, ya que el logro de sus fines económicos, políticos y sociales, lo justifica todo y todo lo hace bueno. Ganar es lo que importa, perder es el único mal. Es la relación directa entre política y delito, entre política y criminología.

La psicopatía narcisista se basa en el mito de Narciso descrito por Ovidio. El oráculo vaticinó a Narciso un triste destino si intentaba conocerse a sí mismo. Narciso era bello y atraía a las mujeres. Era orgulloso y despreciaba a quien le amaba. Una de las menospreciadas solicita a la diosa Némesis que reciba castigo por su orgullo. Un día que Narciso vuelve cansado de una cacería, se inclina a beber en una fuente y se produce el castigo divino. Al verse en el agua de la fuente, Narciso queda enamorado del que ve en la fuente. Poseído de una gran pasión abraza y besa a la figura reflejada hasta que se percata que la figura es el mismo y muere ahogado en la fuente.

La psicología define el narcisismo como un exagerado amor por sí mismo que llega a perjudicar a la propia persona y a los que se relacionan con ella. El psicópata narcisista tiene los siguientes comportamientos: posee una idea grandiosa de su propia importancia, tiene fantasías de éxito y poder ilimitados, se considera alguien especial y diferente a los demás, tiene una necesidad excesiva de ser admirado, y cree que se le debe todo.

Además, se aprovecha de los otros para conseguir sus fines, carece de empatía y es incapaz de reconocer las necesidades y sentimientos de terceros, siente envidia de los demás y cree que los otros le envidian, manifiesta actitudes prepotentes y arrogantes. Esta sobrevaloración patológica del yo, lo que pretende compensar es un vacío personal y un déficit de verdadera autoestima.

En situaciones de ejercicio del poder, los maquiavélicos y narcisistas, como los arribistas, suelen ser personajes muy nocivos para los gobernados por su papel de depredadores sociales y políticos.