martes, 17 de agosto de 2010

Reflexiones sobre Ponerología Política

Jose Gude
Traducción al español por el Averiguador
The Corbett Report / Sott.net
06/07/2010

© Red Pill Press

Después de leer el increíble libro Ponerología Política: Una ciencia de la naturaleza del mal ajustada a propósitos políticos de Andrew Lobaczewski, tuve un trascendental momento de realización (una especie de momento “¡Eureka!”). Debo concluir que ponerología y psicopatía son dos conceptos importantes que explican de la mejor manera el deplorable estado de los asuntos humanos en este mundo y que continúa impactando negativamente en nuestra sociedad, nuestras vidas y nuestro futuro. No, no creo que tenga nada que ver con la “codicia” o incluso con la “debilidad moral” (como tú la definas). Tiene que ver con la psicopatología y su influencia sobre la naturaleza del mal en la sociedad.

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Personas en posiciones de poder que sistemáticamente perpetúan el mal se comportan como si fueran una raza humana diferente; un ‘para-Homo sapiens’, por así decirlo. Sin importar cuanta buena voluntad haya en el mundo, sigue habiendo guerra, sufrimiento e injusticia. Parece no importar qué planes, ideologías, religiones o filosofías surjan de las grandes mentes, nada parece mejorar nuestro estado. Y ha sido de esa manera durante miles de años, repitiéndose una y otra vez. Racionalizamos la existencia del mal como parte de la “naturaleza humana”, una parte necesaria de la complejidad del mundo, debido a una permanente codicia o falta de iluminación, disparada por intereses competitivos mutuos y exclusivos, etc.; sin embargo, aquellos que se suscriben a estos principios y actitudes podrían haber efectuado un juicio prematuro y han cerrado el libro sobre el mal sin examinar toda la evidencia proveniente de diferentes, y previamente inexplorados, puntos de vista.

La ponerología y la “exitosa” psicopatología (es decir, no el tipo de “violento asesino serial”, sino del tipo Stalin, Pol Pot, Cheney, Rockefeller, Kissinger, Bill Clinton, o Donald Rumsfeld) explican clínicamente de qué manera las “patocracias” (el sistema de gobierno creado por una pequeña minoría patológica que se hace con el control de una sociedad de no-psicópatas) son creadas y dominadas por aquellos que poseen una anomalía innata (psicopatía) prevaleciente entre el 4 y 6% de la población, que es fisiológicamente incapaz de sentir empatía humana normal. No son emocionales, son egoístas, fríos y calculadores, y desprovistos de todo tipo de estándar moral o ético, y aún así son inteligentes, encantadores, motivados, concentrados, y por lo tanto tienden a alcanzar las más elevadas posiciones de poder ocultando su verdadera naturaleza bajo una “máscara de cordura”. Este concepto se aplica a todas las estructuras jerárquicas de poder existentes.

El psicópata muestra una sorprendente falta de respuesta fisiológica normal, por ejemplo, a palabras “emocionalmente cargadas” tales como “violación”, “muerte” o “cáncer”, sus reacciones emocionales a estas palabras son similares a la reacción a “auto”, “silla”, o “puerta” (lo cual difiere enormemente en sujetos normales). Esta diferencia ha sido claramente demostrada con el escaneo funcional de MRI y PET por parte del Dr. Robert Hare (él también contribuyó con el documental La Corporación, que muestra que las corporaciones de hoy en día – y, por supuesto, el gobierno – cumplen con todos los criterios clínicos de un psicópata).



Utilizando una innata carencia de remordimiento y la habilidad de usar esta “ventaja” en contra de una población que no sospecha de ello (al igual que una misteriosa habilidad para detectar y unificar objetivos con otros psicópatas en el grupo), los objetivos engañosos y predatorios del psicópata dominan, alienan, y manipulan progresivamente al otro 96% de personas no-psicopáticas conduciéndolas a relaciones, comportamientos y la perpetuación de la disfunción institucional sociopática (definida como psicopatía adquirida) a medida que se transforman en los líderes de los centros de poder de la sociedad. Su influencia desafía paulatinamente los valores de los numerosos datos y manipula astutamente a las personas empáticas (que no sospechan de ello o que no pueden comprender que haya gente capaz de tales maquinaciones ya que ellos mismos tienen una conciencia) para su ventaja. La sociopatía infiltra insidiosamente el espíritu de la época y progresivamente se la ve como tolerable, o implícitamente se le permite existir y se disemina a través de la inacción.

Aquí es donde nos encontramos hoy en día, donde, por ejemplo, engañar y mentir parecen ser comportamientos cada vez más prevalecientes y “aceptados”, casi vistos como virtudes para algunos (a menos que sean atrapados en el acto). Este revelador artículo muestra la infiltración de este doble pensar sociopático, justificando el engaño ante el 75% de estudiantes universitarios como un comportamiento razonable para alcanzar el “éxito”, basándose en amenazas abiertamente demostradas por nuestros líderes.

Estos conceptos continuarán moldeando negativamente el presente y futuro de la humanidad a menos que la gente con conciencia despierte de su falta de conocimiento y/o indiferencia ante esta realidad y haga algo para detener la influencia de los psicópatas en la sociedad. Una vez que la máscara del psicópata caiga y su modo de acción sea descifrado y desafiado, su poder sobre sus inconcientes víctimas desaparecerá.

Creo que es así de simple y profundo. ¡Dejemos de darles el pase a los psicópatas y dejar de apelar a ellos consistentemente cada vez! Esta es la única oportunidad que tenemos para revertir la situación, y simplemente involucra acciones personales consistentes para oponerse persistentemente a la psicopatía y a la sociopatía; de lo contrario, nos convertiremos y propagaremos aquello que estamos permitiendo. En otras palabras, como dijo una vez Edmund Burke, “lo único que hace falta para que el mal triunfe es que la gente buena no haga nada”. Nuestra pasividad solo motivará a los psicópatas a buscar más poder y perpetuar su disfuncional visión del mundo llevando, en última instancia, al deterioro de la humanidad.

Respecto a ello, el Experimento Milgram se conecta interesantemente con este concepto. Si desconoces sobre este experimento, en 1961, luego de ciertos juicios por crímenes de guerra Nazis, un psicólogo llamado Stanley Milgram condujo este experimento sobre 40 individuos para probar sus respuestas ante la presión autoritaria. Fueron dirigidos para aplicar lo que ellos creían eran verdaderos shocks eléctricos a otro participante (en realidad, un actor). Los resultados impactaron a todos. Se predijo que solo el 1.2% de los individuos administrarían el mayor voltaje (450 volts); 26 de los 40 participantes (65%) – algunos con conciencias claramente en conflicto – entregaron este shock eléctrico letal. ¡La única presión aplicada en los individuos fue verbal por parte de un hombre en delantal blanco! Podrán imaginar los desastrosos resultados derivados de la combinación de psicópatas sin conciencia como autoridades en círculos de poder ejecutivos y las masas de personas obedeciendo ciegamente semejante “autoridad” en tan grandes proporciones, como se demuestra en este experimento.

Eventualmente, como sociedad, quizás deberíamos considerar un análisis de psicopatía obligatorio antes que cualquier político o autoridad presente su candidatura a puestos públicos, antes que reclutas militares sean alistados, y antes de considerar a cualquier candidato a cualquier tipo de posición de poder con influencia pública. De la misma manera que no permitiríamos a una persona daltónica trabajar, por ejemplo, como controlador aéreo (ya que la inhabilidad de diferenciar ciertos colores pondría a gran cantidad de inconscientes personas en riesgo de desastre...), la sociedad probablemente no debería dejar a un psicópata clínicamente diagnosticado estar en una posición de poder (nuevamente, no darle fósforos a un piromaniaco, o poner a cargo de un centro de cuidados a un pedófilo).

Adicionalmente, no es necesario ni aconsejable que la sociedad juzgue a estas personas moralmente, ya que sus acciones no involucran “juicios morales” per se por parte del psicópata (al menos no en el mismo sentido que las decisiones normales de una persona no-psicópata basadas en luchas internas con la libre voluntad y la elección son clasificadas como “morales” o “inmorales”), pero involucran una inevitable, diseñada o aprendida respuesta fisio-psicológica; no deberíamos juzgar moralmente al daltónico porque no puede ver el color verde. Los juicios morales no atacan la causa del problema, y desvían de las posibles soluciones.

Cuando uno comprende que el mando del poder político y económico está en manos de personas sin conciencia, sin capacidad empática, abre una visión completamente nueva de observar aquello que llamamos “mal”. El mal ya no es una cuestión moral; ahora puede analizarse y comprenderse científicamente. Y debería enfocarse y tratarse de la misma forma que enfocamos y tratamos la neumonía con antibióticos.

Deberíamos eliminar sistemáticamente ("tratar") los efectos perjudiciales de los psicópatas sobre las vidas de otros individuos y la sociedad en general manteniéndolos lejos de las posiciones de poder, debido a su incapacidad fisiológica y psicológica (que las investigaciones, dicho sea de paso, muestran que no pueden ser tratados ni reformados con terapia, castigo, o rehabilitación...). A nivel individual, una forma para los no-psicópatas de tratar con esta situación sería cuestionar respetuosamente a la autoridad en cada oportunidad (ya que esta autoridad podría ser – y probablemente lo sea - psicopática), y consistentemente, forzadamente, y predeciblemente hablar cuando se experimenta o se es testigo de algún comportamiento sociopático en nuestras vidas. De la misma manera que los juicios de Nuremberg determinaron que un soldado no debería cumplir órdenes ilegales, paralelamente quizás debamos apoyar la noción que la gente no debería seguir o condonar silenciosamente los comportamientos sociopáticos o psicopáticos. Esto, por supuesto, es en última instancia una cuestión de elección y responsabilidad personal; sin embargo, una vez que se descubre la dinámica del mal y vista tal como es, seremos más capaces de tomar las decisiones correctas.

Mediante el reconocimiento de esta realidad y la comprensión de los efectos perjudiciales derivados de la combinación de la ponerogénesis psicopática (creación del mal), la propagación de las patocracias a través de la historia, la indiferencia social, y la tendencia natural de la gente normal a someterse a la autoridad, con suerte seremos capaces de actuar de tal manera que podamos crear un mejor futuro para nosotros y próximas generaciones, para que la verdadera naturaleza humana pueda de una vez por todas liberarse de las cadenas y brillar. Sin los impedimentos de las influencias sociopáticas o psicopáticas finalmente tenemos una oportunidad de alcanzar un mundo más pacífico, libre y humano.


miércoles, 21 de julio de 2010

Nación psicópata

Vicente Balaguer
21/07/10

Vuestro humilde escritor es un ser aficionado a la criminología. Sin ir más lejos, hace no mucho, me leí un libro titulado "El psicópata" de Vicente Garrido. En él se enfocaba la psicopatía no como la anomalía psíquica a la que tan acostumbrados nos tiene nuestra amada televisión. La visión de un hombre balanceándose sobre la punta de sus pies y que sin mediar palabra saca una pistola y abre fuego contra todo aquel que le rodea. La realidad es muy distinta. El psicópata no siempre es propenso a la violencia física y no siempre está a la vista de todos. El campo más verde en el que puede pastar un enfermo de psicosis es en el ámbito mental. Debido a su alteración de la concepción social se ve empujado a menospreciar a sus semejantes, hundiéndolos para así encumbrarse. Paradojicamente, los psicópatas son excelentes seductores, haciéndolos irresistibles para el sexo opuesto. Usan una máscara de galantería y buenos modos que solo emplean hasta que la presa cae en la red. Por otro lado, la empatía se muestra ausente en la conducta de los afectados llegando incluso al extremo de disfrutar de la visión de la violencia a nivel sexual. El origen de la psicosis en el individuo es actualmente un misterio aunque no faltan los argumentos que se afanan por dilucidar esta cuestión. Algunos expertos aseguran que el origen es biológico. A tenor de una malformación en el lóbulo frontal el psicópata es incapaz de discernir entre el bien y el mal, creando así un perfil completamente amoral y carente de todo tipo de sentimiento. El otro argumento se inclina hacia una razón menos fisiológica. La familia, unido con una serie de traumas infantiles reprimidos en lo más hondo de la memoria hace del psicópata una olla a presión inestable. Estos seres se esconden en las sombras deslizándose sobre su arrogancia dentro de las vidas de miles de personas.

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Partiendo de estas bases podemos trazar la mentalidad a vuelapluma de un psicópata. Sus motivaciones y sus carencias. Su modus operandi y su manera de vivir. Ahora es cuando lanzo la pregunta mamporrera. ¿Dista acaso la definición de psicópata de la de cualquier persona que vive en este mundo actualmente? Día a día somos bombardeados con noticias construidas con sangre y dolor y continuamos con nuestra vida. Disfrutamos con el dolor del enemigo y más si se lo infligimos nosotros mismos. Tendemos a humillar al diferente para sentirnos superiores, haciendo de cada día de su vida un infierno solo para hacer reír a nuestros allegados. Mentimos, despedazamos la confianza de cada persona que osa tener fe en nosotros. Somos capaces de crearnos una identidad paralela solo para echar un polvo y continuar adelante sin dar explicaciones. No nos importa el sentimiento ajeno. Hemos llegado al borde del barranco, donde no existe calor o emoción. Solo existe la estrategia y el sálvese quien pueda. En este yermo moral, los emotivos perecen y los fríos prevalecen continuando con un mundo corrupto y envenenado que no les corresponde por derecho.

En estas condiciones, no es de extrañar que oigamos las cosas que escuchamos, que nos acostemos cada día preguntándonos a donde está yendo el mundo. Os diré a donde ha ido el mundo. Le clavamos las espuelas en el lomo y decidimos soltar las riendas. Ahora corre a sus anchas por las praderas dejando tras de sí un reguero de sangre y vísceras que nadie, llegado el momento, tendrá el arrojo de limpiar

viernes, 30 de abril de 2010

Psicopatía y política

Cristina Rius Saenz
Caudete
30/04/10

La psicopatía es un trastorno psicológico caracterizado por una total escisión entre razón y emoción. El pensamiento del psicópata es racional y pragmático, se centra en los propios intereses, es indiferente a las consecuencias de sus actos y a los sentimientos y pensamientos de los demás, y no repara en los medios utilizados para alcanzar sus objetivos, por más reprobables, violentos o perjudiciales que sean estos medios. El psicópata carece de empatía, es decir, no puede ponerse en el lugar de los demás, de modo que no sólo omite los sentimientos de las otras personas, sino que desprecia los pensamientos, opiniones y actos de éstas.

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Ello determina una total insensibilidad en el aspecto emocional, y en el ámbito racional la existencia de un pensamiento único, egocéntrico, rígido y autoritario. El psicópata es mentiroso y manipulador, simula hallarse integrado en su medio social y establecer buenas relaciones con los demás. Incluso en los casos de mayor gravedad del trastorno, puede desarrollar con normalidad sus actividades en todos los ámbitos de la vida. Estas características hacen que la enfermedad sea difícil de detectar, y que sólo se conozca a través de las consecuencias de los actos del psicópata, cuando éstos son descubiertos o alcanzan notoria trascendencia.

Cuando individuos con personalidad psicopática ocupan cargos de responsabilidad, la gravedad de las citadas consecuencias están en relación directa con la importancia del cargo, no sólo debido a las repercusiones de los actos de quienes dirigen, sino al número de personas que se ven afectadas por sus decisiones. Los líderes políticos y de gobierno que padecen transtornos psicopáticos son el ejemplo más notorio en este aspecto. Algunas políticas sólo están orientadas para servir a intereses cuya única aspiración es la obtención de algún tipo de beneficio.

La planificación de las estrategias coherentes con esos fines no reparan en consideraciones de ningún tipo acerca de los medios a utilizar ni tienen en cuenta las consecuencias negativas que puedan derivarse de su ejecución. Las políticas de este tipo son diseñadas de modo pragmático y estrictamente racional, están dirigidas hacia objetivos concretos y son por completo insensibles a las necesidades de las personas y a los perjuicios que puedan provocarles. Políticas de esta índole sólo pueden ser concebidas y llevadas a la práctica por individuos con personalidad psicopática, ya que requieren una absoluta insensibilidad emocional y un pensamiento único y excluyente, inflexible y autoritario, e indiferente a los sentimientos y pensamientos ajenos. Desde esta perspectiva, sólo los psicópatas son idóneos para ejercer de forma efectiva algún tipo de mando o detentar el poder, pues dicho ejercicio, por sus características, requiere de un tipo de personalidad específica, que es de hecho una personalidad anormal y enferma.

Convencidos, los dirigentes psicópatas se consideran en posesión de verdades absolutas, persisten de manera insistente y repetitiva en su discurso y propósitos, ignoran y desprecian las opiniones mayoritarias de los ciudadanos que le otorgaron el poder, mienten y manipulan para conservarlo, y son por completo insensibles a los sufrimientos que pueden derivarse de las acciones que promueven. Sólo prima en ellos el logro, al precio que sea, de los objetivos que se han trazado de manera inflexible.

martes, 27 de abril de 2010

Patocracia en el Perú - Urgente vacancia presidencial

Juan Zegarra Macedo
27/04/10

Una “PATOCRACIA” es un sistema de gobierno creado por una minoría patológica (psicópatas) que toma control de una sociedad de personas normales. Esta minoría patológica, cargada de individuos psicopáticos definitivamente tiene, un número de efectos sobre las personas normales: puede fascinar, traumatizar, causar desarrollo patológico de personalidad, o inspirar emociones de venganza, odio, represión, genocidio, etc.; todo esto como resultado de ver el MAL como una simple “opción” de gobierno.
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Estos factores psicológicos limitan la habilidad de los sujetos para controlar sus acciones. En este sentido, una interpretación moralista para la conducta psicopática del presidente es fundamentalmente errada. De lo que se trata en este artículo es aclarar la diferencia entre moralidad y patología; de tal manera que se reformule la vacancia presidencial por razones de incapacidad mental en lugar de incapacidad moral. Es resumen, García Pérez debe de ser removido de su cargo no por ser solo un inmoral sino porque fundamentalmente es un enfermo mental incapaz de reconocer y controlar el proceso específico que da surgimiento a ignorar su propia conciencia.

La conducta maligna se basa en dos creencias cruciales:

-La primera es una situación en la cual se acepta la suposición de que la víctima es débil, o incompetente, o inferior y en base a esto se le trata como a un objeto.

-La segunda creencia se basa en la suposición de que la víctima es una amenaza para la seguridad física o psicológica del perpetrador y por ende cualquier acción destructiva en contra de la víctima está justificada. Esta definición presupone que el agente de maldad o perpetrador tiene la capacidad de comprender las consecuencias de sus acciones. Considerado así, se puede definir el mal como la imposición deliberada de un sufrimiento cruel y doloroso a otro ser humano.

Sui (1998) argumenta que la inflicción de sufrimiento o su amenaza han sido denunciados a lo largo de la historia. Pero también ha sido ignorada, soslayada, camuflada, e incluso refinada, amplificada y enaltecida. Jamás ha sido eliminada de un grupo grande de personas ni siquiera por un período corto de tiempo. Es uno de los medios más comunes, frecuentemente el único decisivo, para la obtención de fines personales e institucionales.

Lamentablemente, nuestra cultura carece de un marco adecuado para entender las causas y procesos de lo que comúnmente se refiere al mal en nuestra historia. La conquista, el colonialismo, el entreguismo derechista y burgués, el catolicismo, el fujimontesinismo, el aprismo, el toledismo, el senderismo, el periodismo prostituido, etc. Nuestro cuerpo literario, las ciencias sociales y nuestro sentido común de moralidad solamente rascan la superficie de una verdadera comprensión de la naturaleza patológica del mal.

Por ejemplo, durante la dictadura fujimontesinista, alguna alta autoridad ofrecía explicaciones de la realidad política que invocaba una supuesta distinción entre los seres humanos y los 'humanoides' o ‘terroristas’, donde se suponía que éstos a pesar de tener forma humana, carecían de naturaleza humana. Los males que padecía el Perú eran exclusiva responsabilidad de los 'terroristas´. Esto, que equivale a una teoría del mal, ha sido llamada teoría unificada del mal (M. Orellana B, 1995). Claro está que este tipo de formulación de un aspecto tan importante de la convivencia humana -- considerada por muchos como caricaturesca, primitiva y simplista -- no es la que comparte la mayoría del pueblo peruano, quienes componen el único cuerpo abstracto que obra de opositor al gobierno patocrático de García Pérez; vale decir esa comunidad política desarticulada aun y conocida como la ‘oposición silenciosa.’

El objetivo central de la ‘oposición silenciosa’ es el crear conciencia en la ciudadanía sobre los peligros a los que nos exponemos en una PATOCRACIA PONEROGÉNICA -- como la que se vive actualmente en el Perú -- aproximándose lo más posible a las raíces del mal en el entendido que al no conocerlo, nos hacemos cómplices e incluso favorecemos su provocación a partir de la ignorancia.

Partiendo de la base que todos tenemos un lado oscuro que aparece como potencial para la maldad y nosotros como todos los humanos no nos escapamos de esta posibilidad. Nuestra forma de abordar el tema, por lo tanto, es descriptiva y desde el punto de vista de la psicología, en particular de la psicología humanista y no desde una perspectiva moralista.
Los grupos Ponerogénicos son aquellos con un número estadísticamente alto de individuos patológicos, hasta el punto en que el grupo como un todo, practica una conducta egotista y patológica. Estas personas actúan como líderes y hechizadores ideológicos, y mientras que la gente normal pudiera actuar como miembros, ellos han típicamente acumulado varias deficiencias psicológicas. Aquellos que no son susceptibles a tales influencias son excluidos del grupo. Estos grupos pueden, ya sea infiltrarse en gobiernos existentes, o ejercer su influencia desde “detrás del telón”. Soborno, chantaje, asesinato y actos de terror son utilizados para alcanzar estos fines.

Miembros normales de tales grupos ingenuamente protegen tal conducta desviada, y no se dan cuenta que es el trabajo de desviados. Su patología permanece escondida para aquellos que no desean verlo objetivamente. Se promulgan justificaciones e ideologías preparadas; toma lugar una selección subconsciente y una sustitución, y la patología es efectivamente disfrazada detrás de una máscara de sanidad. Aquellos que pertenecen al ‘partido’ etiquetarán la oposición como pacifistas, socialistas, liberales o terroristas, o cualquier otra etiqueta que sea más efectiva para poder invalidar su crítica.

Desafortunadamente, el gobierno liderado por García solo se volverá más patológico, egotista, y malvado en su conducta hacia la protesta legitima del pueblo, hasta que sean purgados los aspectos psicológicos retorcidos del presidente; lo cual solo se puede conseguir con la vacancia presidencial por incapacidad mental. Investiguemos científicamente los antecedentes psicológicos y psiquiátricos de García; que se obtengan, de acuerdo a ley, los archivos de todos los psicólogos y psiquiatras que en algún momento de su vida profesional atendieron a García ya sea medicándolo y/o psicoanalizándolo.

Documentemos con precisión las causas y efectos de esas decisiones presidenciales, que hasta ahora nos van costando más de 120 vidas humanas (40+ peruanos normales asesinatos por año); sin contar las ejecuciones extrajudiciales de campesinos en el Vrae y de pájaros fruteros en el norte del Perú y el aniquilamiento sistemático de líderes comunales llevado a cabo por el grupo Canela. Sometamos luego esta información al escrutinio de reconocidos eruditos/expertos internacionales en salud mental cuyo informe debe de sustentar la solicitud de vacancia. Manos a la obra antes de que el psicópata presidente siga asesinando a peruanos normales y decentes que solo hacen uso de sus derechos constitucionales en busca de mejores condiciones de vidas.

Referencias:

Andrew M. Lobaczewski, 1984. Political Ponerology: A science on the nature of evil adjusted for political purposes.Red Pill Press.

Robert D. Hare, 2003. Sin Conciencia: El Inquietante Mundo de Los Psicópatas Que Nos Rodean. Ediciones Paidós Ibérica; ISBN: 8449313619.

"El político psicópata necesita fabricar crisis"

Laura Di Marco
Analítica
27/04/10

El médico psiquiatra argentino Hugo Marietán es autor de trabajos académicos de renombre internacional sobre la psicopatía. Sus recientes análisis del "político psicópata" son el tema de esta entrevista publicada por el diario argentino La Nación de la pluma de la veterana periodista Laura Di Marco. Zeta lo reproduce para sus lectores.
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"Los políticos de fuste generalmente son psicópatas, por una sencilla razón: el psicópata ama el poder. Usa a las personas para obtener más y más poder, y las transforma en cosas para su propio beneficio. Esto no quiere decir, desde luego, que todos los políticos o todos los líderes sean psicópatas, ni mucho menos, pero sí que el poder es un ámbito donde ellos se mueven como pez en el agua".

El que lo dice es el médico psiquiatra Hugo Marietán, uno de los principales especialistas argentinos en psicopatía y referencia obligada para aquellos que les ponen la lupa a estas personalidades atípicas, que no necesariamente son las que protagonizan hechos policiales de alto impacto.

Porque, precisamente, la alusión no se dirige a los asesinos seriales al estilo de Hannibal Lecter, el perturbado psiquiatra de "El silencio de los inocentes", sino a aquellas personalidades que Marietán define como los "psicópatas cotidianos". Personalidades especiales, pero que no sólo se adaptan perfectamente al medio, sino que también suelen estar a nuestro alrededor sin mayores estridencias. Y más aún: muchos suelen llegar a la cima económica, política y del reconocimiento social.

Lo novedoso en la definición que hace Marietán, miembro de la Asociación Argentina de Psiquiatría y considerado una autoridad en su especialidad, es que el psicópata no es un enfermo mental, sino una manera de ser en el mundo. Es decir: una variante poco frecuente del ser humano que se caracteriza por tener necesidades especiales. El afán desmedido de poder, de protagonismo o matar pueden ser algunas de ellas. Funcionan con códigos propios, distintos de los que maneja la sociedad, y suelen estar dotados para ser capitanes de tormenta por su alto grado de insensibilidad y tolerancia a situaciones de extrema tensión.

En la psicopatía, señala este experto, no hay "tipos", sino grados o intensidades diversas. Así, el violador serial sería un psicópata más intenso o extremo que el cotidiano, pero portador de la misma personalidad.

Según explica Marietán en la entrevista, hay un tres por ciento de la población con características psicopáticas. Es decir, 1.200.000 personas en la Argentina. "La relación es de tres varones por cada mujer. Son 300.000 damas y 900.000 caballeros. ¿Por qué más hombres? Sospecho que es porque la mujer utiliza su poder en el ámbito de la casa", dice.

-¿Cómo distinguir un político psicópata del que no lo es?

-Una característica básica del psicópata es que es un mentiroso, pero no es un mentiroso cualquiera. Es un artista. Miente con la palabra, pero también con el cuerpo. Actúa. Puede, incluso, fingir sensibilidad. Uno le cree una y otra vez, porque es muy convincente. Un dirigente común sabe que tiene que cumplir su función durante un tiempo determinado. Y, cumplida sumisión, se va. Al psicópata, en cambio, una vez que está arriba, no lo saca nadie: quiere estar una vez, dos veces, tres veces. No larga el poder, y mucho menos lo delega. Quizás usted recuerde a alguno así? Otra característica es la manipulación que hace de la gente. Alrededor del dirigente psicópata se mueven obsecuentes, gente que, bajo su efecto persuasivo, es capaz de hacer cosas que de otro modo no haría.

-¿Como bajo el efecto de un hechizo, dice usted?

-Son gente subyugada, sí, e incluso puede ser de alto nivel intelectual. Este tipo de líderes no toman a los ciudadanos como personas con derechos: los toman como cosas. Porque el psicópata siempre trabaja para sí mismo, aunque en su discurso diga todo lo contrario. La gente es un mero instrumento. Carece de la habilidad emocional de la empatia, que es la capacidad de cualquier persona normal de ponerse en el lugar del otro. Las "cosas", para el líder político con estas características, tienen que estar a su servicio: personas, dinero, la famosa caja, para comprar voluntades. Utilizan el dinero como un elemento de presión, porque usan la coerción. La pregunta del accionar psicopático típico es: ¿cómo doblego la voluntad del otro? ¿Con un cargo, con un plan, con un subsidio? ¿Cómo divido?

-¿El clientelismo político es, según usted, una forma de cosificación?

-Sí, porque es un "yo te doy, pero tu me lo devuelves, vienes a tal o cual acto, me respondes como yo te pido". No es un dar desinteresado ni movido por la sensibilidad de querer ayudar a quien no tiene. Es un uso de las personas para construir el propio poder.

-Eso está claro, pero ¿qué lo definiría como un acto psicopático?

-Que le está quitando a la gente la capacidad de elegir. El psicópata siempre nos deja sin opciones: la gente que manipula está en una desventaja económica tal que no tiene otra salida: o como y lo sigo, o no lo sigo y no como. La libertad de las personas es la capacidad de tener alternativas.

-¿El líder psicópata sabe que trabaja para él o cree realmente luchar por una causa superior?

-Es muy difícil entrar en su cabeza. Tienen una lógica muy distinta. Sin embargo, lo crea o no, la bandera que utiliza siempre es suprapersonal, más allá, incluso, de este momento. Esto se ve bastante, también, en líderes religiosos psicópatas, que apelan a la salvación del más allá. Otras banderas pueden ser la apelación al hombre nuevo, el proyecto nacional, la liberación, la raza superior, la Nación, la patria. El psicópata siempre necesita buscar un enemigo, para aglutinar. Y, por supuesto, nunca va a decir: "Vamos a trabajar para mí".

-¿Qué sucede con este tipo de políticos en períodos normales, sin crisis agudas?

- Bueno, ahí viene el problema, porque el psicópata no se adapta a la tranquilidad. El necesita la crisis. Ser reconocido como salvador. En la paz, él no tiene papel. No la soporta. Por eso las sociedades lideradas por políticos de estas características viven de crisis en crisis.

-¿Y este líder no puede cambiar? ¿Aprende de sus errores?

-No. Siempre es igual a sí mismo: la psicopatía es una estructura que no cambia.

-Hasta ahora, los está pintando como seres indestructibles, pero algún talón de Aquiles deben tener. ¿Cuál es ese punto débil?

-La frustración de sus planes. Cuando apuestan por un proyecto, ponen todo en él y no les sale. Ahí, el psicópata se desorganiza y empieza a hacer pavadas. Es una personalidad controladora. Por eso en el momento de la frustración puede tener actitudes absolutamente toscas, torpes. Y en este punto, la gente ve que hace macanas, una detrás de otra, y empieza a quebrarse esa unidad, que consiguió con su persuasión.

-Usted dice que se aferran al poder y que es muy difícil sacarlos. ¿Alguna sugerencia?

-Bueno, hacen falta un montón de líderes de los comunes, normales, o bien otro psicópata pesado que se le contraponga. Entre muchos logran sacar al dirigente psicópata, o, al menos, reducir su poder. Otra cosa es aprender a no elegirlos. El psicópata necesita desestabilizar siempre las cosas, aquí y allá. Por eso necesita fabricar crisis. Si uno va entendiendo cómo es su mecanismo, los puede distinguir y votar por otros líderes, que pueden ser muy carismáticos, incluso, pero no psicopáticos.

-Si algún político psicópata llegara a leer esta entrevista, ¿se reconocería como tal?

-Por supuesto que no. Terminará de leer y les dirá a sus interlocutores: ¡Qué barbaridad; cuántos psicópatas hay dando vueltas por el mundo!

Cuando yo agarré el pito aquél

"... las crisis muchas veces son necesarias, muchas veces son necesarias, incluso a veces hay que generarlas, midiéndolas, por supuesto. Lo de Pdvsa era necesario aun cuando nosotros, bueno, no es que no la generamos, sí la generamos, porque cuando yo agarré el pito aquél en un 'Aló, Presidente' y empecé a botar gente, yo estaba provocando la crisis; cuando nombré a Gastón Parra Luzardo y aquella nueva junta directiva, pues estábamos provocando la crisis. Ellos respondieron y se presentó el conflicto y aquí estamos hoy”.

Discurso ante la Asamblea Nacional, 2003.

martes, 9 de febrero de 2010

Patocracia: ¿Un mundo feliz o 1984?

Harrison Koehli
Sott.net
Traducción El Averiguador para Señales de los Tiempos
09/02/10

Para aquellos que han crecido en países considerados “libres”, la visión de 1984 de George Orwell nos pega como una amenazante pesadilla, una advertencia de un futuro no tan distante donde la libertad es solo una palabra. Como una semilla perpetuamente chamuscada antes de tener la oportunidad de echar raíces, todo lo que significa ser humano es activamente degradado, negado, y castigado incluso ante la más insignificante demostración.

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La visión del gobierno del Partido, su inhumanidad, su total crueldad y mendacidad nos atemoriza y solo esperamos que no ocurra aquí. Pero no tenemos ninguna pista sobre cómo prevenirlo, y al igual que la gente del mundo ficticio de Orwell, somos siempre sorprendidos con la guardia baja cuando le sucede a nuestras propias vidas. Un día despertaremos y nos daremos cuenta que vivimos en una pesadilla, y lo hemos hecho durante mucho tiempo. “Nunca sucederá aquí” y el “Hemos tomado todas las precauciones” se transformará en “¿Cuándo sucedió?” y en “¿Cómo llegamos a esto?”. Esta recurrente enfermedad toma una nación y estamos a su merced.

Como cualquier buen novelista, Orwell cuenta una historia y la hace real. Para esa privilegiada porción de la humanidad que tuvo la suerte de crecer sin la amenaza de ser arrestado y torturado por atreverse a discrepar con sus ineptos líderes, el libro provee una vicaria experiencia sin la cual somos vulnerables a una enfermedad de la que no conocemos nada. Pero mientras la creación de un mundo literario puede enseñarnos muchas cosas, no nos brinda una salida. Para ello necesitamos un conocimiento acertado.

1984 es un relato ficticio sobre la patocracia, según se define en Ponerología Política, y la razón por la que nos aterroriza es porque está completamente fuera de nuestro marco de referencia habitual. Reaccionamos de la misma manera a las noticias de violencia sin sentido. Padres que fueron asesinados por su hijo de 14 años porque le pidieron que haga su tarea, poniéndose luego a jugar videojuegos. Una mujer de 18 años desaparece y luego es encontrada muerta, golpeada hasta morir y envuelta en plástico. Un camionero y su hijo admiten torturar a un hombre de 20 años en su sótano, sofocándolo y atando un cable alrededor de su cuello. Un joven es secuestrado, torturado, ejecutado y sus órganos removidos por fuerzas de ocupación antes que su cuerpo sea devuelto a sus padres.

El tema en común, por supuesto, es la psicopatía. Los psicópatas carecen de conciencia y tienen hambre de oscuridad. Son sádicos en una manera que, para nosotros, resulta casi completamente imposible de comprender. La maldad que generan no es accidental, como cuando nos damos cuenta después del hecho que nuestras acciones han ocasionado algún daño a otro. En lugar de ello, pasan sus vidas alimentándose de la miseria que producen sobre los demás. Se trate del sadismo sexual de un violador-torturador serial, o la sutil succión de energía de un compañero de trabajo que te utiliza, que abusa de ti, y te desgasta hasta que pierdes control de la realidad. Incluso podemos preguntarnos desesperadamente, “¿Qué me estás haciendo?”. El psicópata simplemente sonríe. Y en un mundo dominado por psicópatas preguntamos, “¿por qué nos haces esto?”.

1984 nos atemoriza porque la psicopatía nos intimida. La característica principal de una patocracia es que los psicópatas influencian la agenda económica, militar, política y cultural de un país. Como los camaleones, se camuflan con lo que los rodea. Dentro de esos parámetros desarrollan dramas, creando una nueva realidad según sus deseos. Y esta realidad es una de engaño, terror, despiadada expansión y completa crueldad.

En el mundo corporativo el psicópata toma ventaja destruyendo las carreras de aquellos que se interponen en su camino, explotando el trabajo de otros, creando rumores y conflictos. Por supuesto siempre se beneficia de esto. Un competidor que no hace favores. El psicópata se lleva el crédito del trabajo de otro. Los jefes toman su palabra por sobre la de los demás, que ven que es en realidad una serpiente. Un “enemigo” se encuentra sin trabajo, culpado por algo que no hizo. Todo mientras el psicópata maneja la escena. El hombre detrás de la cortina.

En política, los peones son el pueblo, el tablero de ajedrez es el escenario mundial. Se invaden países estratégicos por la “amenaza” que representan. Esta amenaza es, por supuesto, creada por los psicópatas a cargo, utilizando los vastos recursos de los servicios de inteligencia. Las “amenazas terroristas” se fabrican. Se cometen atrocidades y luego se atribuyen a “grupos terroristas” imaginarios. Orwell estaba en lo cierto. Emmanuel Goldstein era una creación del Partido. Los ataques atribuidos a él y a sus seguidores eran cometidos por el Partido mismo con el objetivo de mantener a la población atemorizada y obediente.

En la actualidad, las fotografías de torturas son “filtradas”, no para exponer la brutalidad del Estado, sino para mostrar a la gente lo que sucede a aquellos que se oponen al sistema. Después de todo, o estás “con nosotros” o “con los terroristas”. Esas son las opciones. El disenso es unificado al terrorismo. Los terroristas son torturados y asesinados. El presidente de EEUU incluso aprueba el asesinato de ciudadanos norteamericanos catalogados como “terroristas”. Después de todo, “ellos son parte del enemigo”. Algunos responden alarmados por el hecho de que un país pudiera asesinar a voluntad a sus propios ciudadanos, como si matar a ciudadanos de otro país fuese más humano. Por supuesto, las dos opciones son igualmente atroces, pero para un psicópata, ¿cuál es la diferencia? Si tienes conciencia, eres una amenaza. Tus líderes te tienen tanto desprecio como a cualquier “debilucho”.

¿Entonces qué se puede hacer? El primer paso es tomar conciencia de la realidad de lo que sucede detrás de escenas del poder político: los trabajos de las agencias de inteligencia, contraterrorismo, grupos de política exterior, etc. Esto solo se puede comprender mediante la aplicación de la ponerología, que identifica la fuente del problema, y los precisos procesos sociales y psicológicos que giran en torno a la agenda patocrática global. Los psicópatas han estado manejando el espectáculo durante mucho tiempo, y lo han estado haciendo porque no hemos sabido donde buscar. Comunistas, terroristas, Nazis, anarquistas… Todas pistas falsas.

El verdadero enemigo se esconde a simple vista.

miércoles, 22 de julio de 2009

La Lógica Psicopática Israelí: Los israelíes no pagan nada por la injusticia de la ocupación

Gideon Levy
Haaretz
Traducido del hebreo para Rebelión por J.M.y revisado por Caty R.
20/07/09

En realidad, ¿quién necesita todo esto? El presidente de Estados Unidos invierte gran parte de su precioso tiempo y de su buena voluntad intentando convencer de la necesidad de acabar con el conflicto, los europeos están dispuestos a entrar en acción, medio mundo aguarda; pero, vamos, seamos sinceros: ¿por qué cargar con toda esta historia? Los colonos podrían hacer oír su terrible voz y cerrar los puestos de control, el ejército podría descender de su gloria, las noticias volverse aburridas, las viñas de los Altos del Golán podrían clausurarse y perjudicar la boutique del vino de Ofrah.

La vida en Israel es genial, ¿quién tiene tiempo para pensar en la paz, en las negociaciones, las retiradas, el "precio" que debemos pagar y todo ese desorden innecesario? Los cafés bullen, los restaurantes están repletos, los lugares de vacaciones llenos, los mercados desbordados, la televisión anestesiante, embotellamientos en las carreteras, festivales a todo trapo, 'la Scala' actuó en el parque y le seguirá Madonna, las playas llenas de público local y de veraneantes, el verano de 2009 es maravilloso, entonces, ¿por qué deberíamos cambiar?

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Los israelíes no están pagando ningún precio por la ocupación. En Israel, la vida es infinitamente mejor que en otros países. La crisis financiera mundial repercutió menos en Israel que en otros lados; hay pobres, pero no tantos como en el Tercer Mundo, tampoco los ricos ni la clase media se vieron seriamente afectados. La seguridad está controlada. No hay ataques terroristas, no hay árabes: cuando el terrorismo se calma, como ha ocurrido en los últimos años, ¿quién recuerda que existe un "problema palestino"? El ejército y el primer ministro Benjamín Netanyahu pueden seguir asustándonos con la amenaza del peligro terrorista, pero, mientras tanto, éste no existe; la amenaza nuclear iraní también es, por ahora, una posibilidad vaga. La vida en Israel, de momento, es segura.

Es cierto, de vez en cuando irrumpe una ola de violencia, pero en general sucede en lugares periféricos, que no interesan a nadie que viva en el centro del país, cohetes Kassam sobre Sderot o Katiushas sobre Kiryat Shmona, ¿a quién le importa? Después viene un período de calma, como ahora. El muro, la prensa, el sistema educativo y la propaganda política hacen un magnífico trabajo haciéndonos olvidar lo que necesitamos olvidar y ocultando lo que hay que ocultar. Ellos están allá, nosotros estamos aquí, y aquí la vida es como la miel, no como una explosión. ¿Como si fuera Suiza? O Mejor todavía.

Siempre hemos sabido rentabilizar todos los aspectos de la vida. Practicamos el culto de la seguridad, la verdadera religión de la sociedad, y perpetuamos la memoria del Holocausto. Se puede disfrutar en Israel y además hacerse la víctima, estar de fiesta y también quejarse. ¿Dónde existe otro sitio parecido?

Los israelíes no pagan nada por la injusticia de la ocupación, por eso la ocupación no acabará nunca. Sólo puede terminar cuando los israelíes paguen y aprendan el coste de la ocupación. Nunca acabarán con la ocupación por su propia iniciativa, ¿por qué deberían hacerlo? Ni el ataque terrorista más cruel de los que han ocurrido en el país ha conseguido que los israelíes entiendan la relación de causa y efecto entre la ocupación y el terror. Bajo las alas de la prensa y de los políticos, las dos fuentes de atontamiento y ceguera más importantes de la sociedad israelí, aprendimos a pensar que los árabes nacieron para matar, que todo el mundo está contra nosotros, que el antisemitismo es lo que predomina en las relaciones con Israel, que no existe relación entre nuestras acciones y el precio que pagamos de vez en cuando.

Ya sea un boicot internacional o un terrible derramamiento de sangre, no se ven en el horizonte cercano, entonces, ¿de qué deberíamos preocuparnos? Es cierto que el mundo comenzó a mirar con mala cara a Israel, pero, ¿qué importa? Los israelíes están convencidos de que de todas formas el mundo los odia. Todo el tiempo que puedan seguir disfrutando de los placeres, no hay razón para preocuparse. Intenten preguntar a los israelíes por qué se encierran, sólo oirán desdén, nunca una autocrítica. Los israelíes no sólo disfrutan, sino que también están muy satisfechos de sí mismos, de su alto grado de moralidad, de su ejército y de su país.

Todo esto sería estupendo si no fuese porque la ceguera es peligrosa y se prevé un final poco feliz. Otro verano genial en Tel Aviv -y en Gaza y en Jenin- pero una parte del mundo nos lo escupirá al rostro. Y entonces pondremos caras de sorpresa, de pobres víctimas, eso que a nosotros nos gusta tanto.

Comentario: Esta es la lógica que está manejando la sociedad israelí a costa de la sangre palestina. El confort físico es lo que les preocupa a las personas de Israel, mientras sus líderes sedientos de sangre siguen creando destrucción y genocidio en los territorios ocupados.

Disculpen la molestia: armados contra los pobres

Eduardo Galeano
Cubadebate
20/07/09

Si la justicia internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles?

¿Por qué son intocables las cinco potencias que tienen derecho de veto en Naciones Unidas? ¿Ese derecho tiene origen divino? ¿Velan por la paz los que hacen el negocio de la guerra? ¿Es justo que la paz mundial esté a cargo de las cinco potencias que son las principales productoras de armas? Sin despreciar a los narcotraficantes, ¿no es éste también un caso de “crimen organizado”?

Pero no demandan castigo contra los amos del mundo los clamores de quienes exigen, en todas partes, la pena de muerte. Faltaba más. Los clamores claman contra los asesinos que usan navajas, no contra los que usan misiles.

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Y uno se pregunta: ya que esos justicieros están tan locos de ganas de matar, ¿por qué no exigen la pena de muerte contra la injusticia social? ¿Es justo un mundo que cada minuto destina 3 millones de dólares a los gastos militares, mientras cada minuto mueren 15 niños por hambre o enfermedad curable? ¿Contra quién se arma, hasta los dientes, la llamada comunidad internacional? ¿Contra la pobreza o contra los pobres?

¿Por qué los fervorosos de la pena capital no exigen la pena de muerte contra los valores de la sociedad de consumo, que cotidianamente atentan contra la seguridad pública? ¿O acaso no invita al crimen el bombardeo de la publicidad que aturde a millones y millones de jóvenes desempleados, o mal pagados, repitiéndoles noche y día que ser es tener, tener un automóvil, tener zapatos de marca, tener, tener, y quien no tiene, no es?

¿Y por qué no se implanta la pena de muerte contra la muerte? El mundo está organizado al servicio de la muerte. ¿O no fabrica muerte la industria militar, que devora la mayor parte de nuestros recursos y buena parte de nuestras energías? Los amos del mundo sólo condenan la violencia cuando la ejercen otros. Y este monopolio de la violencia se traduce en un hecho inexplicable para los extraterrestres, y también insoportable para los terrestres que todavía queremos, contra toda evidencia, sobrevivir: los humanos somos los únicos animales especializados en el exterminio mutuo, y hemos desarrollado una tecnología de la destrucción que está aniquilando, de paso, al planeta y a todos sus habitantes.

Esa tecnología se alimenta del miedo. Es el miedo quien fabrica los enemigos que justifican el derroche militar y policial. Y en tren de implantar la pena de muerte, ¿qué tal si condenamos a muerte al miedo? ¿No sería sano acabar con esta dictadura universal de los asustadores profesionales? Los sembradores de pánicos nos condenan a la soledad, nos prohíben la solidaridad: sálvese quien pueda, aplastaos los unos a los otros, el prójimo es siempre un peligro que acecha, ojo, mucho cuidado, éste te robará, aquél te violará, ese cochecito de bebé esconde una bomba musulmana y si esa mujer te mira, esa vecina de aspecto inocente, es seguro que te contagia la peste porcina.

jueves, 16 de julio de 2009

Psicopatía política: maquiavélicos y narcisistas

Carlos Báez Evertsz
Clave Digital
06/05/09

Los maquiavélicos, en su relación con los demás, lo que buscan es aprovecharse de ellos, como instrumentos para el logro de sus objetivos individuales. Para ello no reparan en utilizar cualquier medio, desde la seducción hasta la intimidación, pasando por el uso sistemático de la mentira, el fraude y la compra pura y simple de voluntades políticas.

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Sin entrar en mayores consideraciones sobre lo que significa Maquiavelo en el pensamiento político, deseo recordar lo que señalaba mi profesor Antonio Truyol y Serra, refiriéndose a Spinoza y Rousseau, que intentando redimir al autor de El Príncipe, de la mala fama, vieron en su obra màs famosa una enseñanza para los pueblos, al mostrarle las prácticas secretas de los tiranos, y hoy, diríamos, de los políticos inescrupulosos.

No obstante, lo que ha quedado como veredicto histórico del maquiavelismo y los denominados teóricos maquiavelistas, ha sido una condena de dicha concepción, lo cuál no impide que se sigan practicando sus principios, por los sutiles, de manera más fina, y por los políticos de medio pelo, de la manera burda a que nos tienen tan acostumbrados tantos de nuestros políticos criollos, con sus maneras y estilos de la “Cosa Nostra” tropical.

Sin embargo, nos vamos a limitar a una consideración operativa para los tipos psicopáticos calificados como maquiavélicos. En este sentido serían individuos que tienen como norma de conducta la defensa a ultranza de su éxito personal y de su poder, por encima de cualquier otra consideración.

Los maquiavélicos, en su relación con los demás, lo que buscan es aprovecharse de ellos, como instrumentos para el logro de sus objetivos individuales. Para ello no reparan en utilizar cualquier medio, desde la seducción hasta la intimidación, pasando por el uso sistemático de la mentira, el fraude y la compra pura y simple de voluntades políticas.

Las tendencias básicas del individuo maquiavélico son la utilización de la manipulación de manera habitual en sus relaciones con los otros, y el hecho de que experimentan una satisfacción personal cuando logran manipular con éxito a las demás personas para obtener sus fines. Pero yo entiendo que lo fundamental del maquiavelismo, además, de lo anterior, es la absoluta carencia de sentimiento de culpa para llevar a cabo esas acciones.

Manipulan, engañan, mienten, atropellan, se apropian indebidamente de lo ajeno o de lo público, de una manera natural, con total distanciamiento, y con la casi íntima convicción de que todo lo que hacen, en cuanto les beneficia, es correcto, y está bien hecho. Es una tendencia típica de la mentalidad propia del delincuente. Esto me gusta, esto me interesa, sirve a mis objetivos o me impide alcanzarlo, entonces, lo tomo, lo adquiero, lo elimino.

Hay una absoluta separación entre el interés individual y cualquier norma de comportamiento privada o pública. Entre ética, moral y política. Es la idolatría del éxito como fin absoluto. La mala conciencia no existe en ellos, ya que el logro de sus fines económicos, políticos y sociales, lo justifica todo y todo lo hace bueno. Ganar es lo que importa, perder es el único mal. Es la relación directa entre política y delito, entre política y criminología.

La psicopatía narcisista se basa en el mito de Narciso descrito por Ovidio. El oráculo vaticinó a Narciso un triste destino si intentaba conocerse a sí mismo. Narciso era bello y atraía a las mujeres. Era orgulloso y despreciaba a quien le amaba. Una de las menospreciadas solicita a la diosa Némesis que reciba castigo por su orgullo. Un día que Narciso vuelve cansado de una cacería, se inclina a beber en una fuente y se produce el castigo divino. Al verse en el agua de la fuente, Narciso queda enamorado del que ve en la fuente. Poseído de una gran pasión abraza y besa a la figura reflejada hasta que se percata que la figura es el mismo y muere ahogado en la fuente.

La psicología define el narcisismo como un exagerado amor por sí mismo que llega a perjudicar a la propia persona y a los que se relacionan con ella. El psicópata narcisista tiene los siguientes comportamientos: posee una idea grandiosa de su propia importancia, tiene fantasías de éxito y poder ilimitados, se considera alguien especial y diferente a los demás, tiene una necesidad excesiva de ser admirado, y cree que se le debe todo.

Además, se aprovecha de los otros para conseguir sus fines, carece de empatía y es incapaz de reconocer las necesidades y sentimientos de terceros, siente envidia de los demás y cree que los otros le envidian, manifiesta actitudes prepotentes y arrogantes. Esta sobrevaloración patológica del yo, lo que pretende compensar es un vacío personal y un déficit de verdadera autoestima.

En situaciones de ejercicio del poder, los maquiavélicos y narcisistas, como los arribistas, suelen ser personajes muy nocivos para los gobernados por su papel de depredadores sociales y políticos.

sábado, 14 de febrero de 2009

"Los políticos suelen aferrarse al poder como psicópatas"

Laura Di Marco
para LA NACION
14/01/09
extraido del blog Señales de los Tiempos



"Los psicópatas mienten de manera muy artística", dice Marietán
Foto: Augusto Famulari


"Los políticos de fuste generalmente son psicópatas, por una sencilla razón: el psicópata ama el poder. Usa a las personas para obtener más y más poder, y las transforma en cosas para su propio beneficio. Esto no quiere decir, desde luego, que todos los políticos o todos los líderes sean psicópatas, ni mucho menos, pero sí que el poder es un ámbito donde ellos se mueven como pez en el agua."

El que lo dice es el médico psiquiatra Hugo Marietán, uno de los principales especialistas argentinos en psicopatía y referencia obligada para aquellos que les ponen la lupa a estas personalidades atípicas, que no necesariamente son las que protagonizan hechos policiales de alto impacto.

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Porque, precisamente, la alusión no se dirige a los asesinos seriales al estilo de Hannibal Lecter, el perturbado psiquiatra de El silencio de los inocentes, sino a aquellas personalidades que Marietán define como los "psicópatas cotidianos". Personalidades especiales, pero que no sólo se adaptan perfectamente al medio, sino que también suelen estar a nuestro alrededor sin mayores estridencias. Y más aún: muchos suelen llegar a la cima económica, política y del reconocimiento social.

Lo novedoso en la definición que hace Marietán, miembro de la Asociación Argentina de Psiquiatría y considerado una autoridad en su especialidad, es que el psicópata no es un enfermo mental, sino una manera de ser en el mundo. Es decir: una variante poco frecuente del ser humano que se caracteriza por tener necesidades especiales. El afán desmedido de poder, de protagonismo o matar pueden ser algunas de ellas. Funcionan con códigos propios, distintos de los que maneja la sociedad, y suelen estar dotados para ser capitanes de tormenta por su alto grado de insensibilidad y tolerancia a situaciones de extrema tensión.

En la psicopatía, señala este experto, no hay "tipos", sino grados o intensidades diversas. Así, el violador serial sería un psicópata más intenso o extremo que el cotidiano, pero portador de la misma personalidad.

A los 57 años, es docente en la Universidad de Buenos Aires, codirector de la revista de neuropsiquiatría Almaceón y coordinador del portal español psiquiatria.com . A partir de la década del 80, trabajó en los hospitales Moyano, Esteves y Borda, donde dirigió cursos de semiología psiquiátrica. Su página en Internet ( www.marietan.com ) es de referencia constante en los estudios sobre psicopatía.

Según explica en la entrevista con LA NACION, hay un tres por ciento de la población con características psicopáticas. Es decir, 1.200.000 personas en la Argentina. "La relación es de tres varones por cada mujer. Son 300.000 damas y 900.000 caballeros. ¿Por qué más hombres? Sospecho que es porque la mujer utiliza su poder en el ámbito de la casa", dice.

-¿Cómo distinguir un político psicópata del que no lo es?

-Una característica básica del psicópata es que es un mentiroso, pero no es un mentiroso cualquiera. Es un artista. Miente con la palabra, pero también con el cuerpo. Actúa. Puede, incluso, fingir sensibilidad. Uno le cree una y otra vez, porque es muy convincente. Un dirigente común sabe que tiene que cumplir su función durante un tiempo determinado. Y, cumplida su misión, se va. Al psicópata, en cambio, una vez que está arriba, no lo saca nadie: quiere estar una vez, dos veces, tres veces. No larga el poder, y mucho menos lo delega. Quizás usted recuerde a alguno así? Otra característica es la manipulación que hace de la gente. Alrededor del dirigente psicópata se mueven obsecuentes, gente que, bajo su efecto persuasivo, es capaz de hacer cosas que de otro modo no haría.

-¿Como bajo el efecto de un hechizo, dice usted?

-Son gente subyugada, sí, e incluso puede ser de alto nivel intelectual. Este tipo de líderes no toman a los ciudadanos como personas con derechos: los toman como cosas. Porque el psicópata siempre trabaja para sí mismo, aunque en su discurso diga todo lo contrario. La gente es un mero instrumento. Carece de la habilidad emocional de la empatía, que es la capacidad de cualquier persona normal de ponerse en el lugar del otro. Las "cosas", para el líder político con estas características, tienen que estar a su servicio: personas, dinero, la famosa caja, para comprar voluntades. Utilizan el dinero como un elemento de presión, porque usan la coerción. La pregunta del accionar psicopático típico es: ¿cómo doblego la voluntad del otro? ¿Con un cargo, con un plan, con un subsidio? ¿Cómo divido?
-¿El clientelismo político es, según usted, una forma de cosificación?

-Sí, porque es un "yo te doy, pero vos me devolvés, venís a tal o cual acto, me respondés como yo te pido". No es un dar desinteresado ni movido por la sensibilidad de querer ayudar a quien no tiene. Es un uso de las personas para construir el propio poder.

-Eso está claro, pero ¿qué lo definiría como un acto psicopático?

-Que le está quitando a la gente la capacidad de elegir. El psicópata siempre nos deja sin opciones: la gente que manipula está en una desventaja económica tal que no tiene otra salida: o como y lo sigo o no lo sigo y no como. La libertad de las personas es la capacidad de tener alternativas.
-¿El líder psicópata sabe que trabaja para él o cree realmente luchar por una causa superior?

-Es muy difícil entrar en su cabeza. Tienen una lógica muy distinta. Sin embargo, lo crea o no, la bandera que utiliza siempre es suprapersonal, más allá, incluso, de este momento. Esto se ve bastante, también, en líderes religiosos psicópatas, que apelan a la salvación del más allá. Otras banderas pueden ser la apelación al hombre nuevo, el proyecto nacional, la liberación, la raza superior, la Nación, la patria. El psicópata siempre necesita buscar un enemigo, para aglutinar. Y, por supuesto, nunca va a decir: "Vamos a trabajar para mí".

-¿Qué sucede con este tipo de políticos en períodos normales, sin crisis agudas?

- Bueno, ahí viene el problema, porque el psicópata no se adapta a la tranquilidad. El necesita la crisis. Ser reconocido como salvador. En la paz, él no tiene papel. No la soporta. Por eso las sociedades lideradas por políticos de estas características viven de crisis en crisis.

-¿Y este líder no puede cambiar? ¿Aprende de sus errores?

-No. Siempre es igual a sí mismo: la psicopatía es una estructura que no cambia.
-Hasta ahora, los está pintando como seres indestructibles, pero algún talón de Aquiles deben tener. ¿Cuál es ese punto débil?

-La frustración de sus plantes. Cuando apuestan por un proyecto, ponen todo en él y no les sale. Ahí, el psicópata se desorganiza y empieza a hacer pavadas. Es una personalidad controladora. Por eso en el momento de la frustración puede tener actitudes absolutamente toscas, torpes. Y en este punto, la gente ve que hace macanas, una detrás de otra, y empieza a quebrarse esa unidad, que consiguió con su persuasión.

-Usted dice que se aferran al poder y que es muy difícil sacarlos. ¿Alguna sugerencia?

-Bueno, hacen falta un montón de líderes de los comunes, normales, o bien otro psicópata pesado que se le contraponga. Entre muchos logran sacar al dirigente psicópata, o, al menos, reducir su poder. Otra cosa es aprender a no elegirlos. El psicópata necesita desestabilizar siempre las cosas, aquí y allá. Por eso necesita fabricar crisis. Si uno va entendiendo cómo es su mecanismo, los puede distinguir y votar por otros líderes, que pueden ser muy carismáticos, incluso, pero no psicopáticos.

-Si algún político psicópata llegara a leer esta entrevista, ¿se reconocería como tal?

-Por supuesto que no. Terminará de leer y les dirá a sus interlocutores: ¡qué barbaridad; cuántos psicópatas hay dando vueltas por el mundo!

El personaje:

HUGO MARIETAN Médico psiquiatra Edad: 57 años. Graduado: en la UBA. Médico y profesor: trabajó desde 1982 en los hospitales Moyano y Borda. Dicta cursos de grado y posgrado. Escritor: es autor de trabajos académicos ( Sol negro: un psicópata en la familia , Descriptor de psicopatía ) y también de obras de teatro y novelas.

Las asociaciones ponerogénicas y sus efectos en la sociedad

El siguiente texto también fue extraido del libro El 11-S: la verdad definitiva, que contiene un resumen de Ponerología Política, obra que estará próximamente disponible en español.

Trata acerca de las asociaciones ponerogénicas. Describe en qué consisten, cómo se forman y decaen, y cuál es el grado de influencia negativa que ejercen en la sociedad como un todo. Esperamos que sea de su interés.

"Hemos identificado distintas piezas del rompecabezas patocrático: el enemigo invisible entre nosotros, el psicópata; el reconocimiento desde temprana edad de que son diferentes del resto de la sociedad normal; su conocimiento particular sobre la sociedad y los individuos normales, lo cual pueden utilizar para manipularnos y obtener lo que desean; y su capacidad para reconocerse mutuamente y trabajar juntos. Seguidamente observaremos el tema de las asociaciones ponerogénicas, es decir, asociaciones de individuos de diferentes tipos patológicos que trabajan en conjunto para imponer su visión y modo de experimentar el mundo sobre el resto de nosotros. Algunas de estas asociaciones son ponerogénicas desde el comienzo; otras comienzan como asociaciones de gente normal obrando por un mundo mejor, pero son tomadas por personas trastornadas y se convierten en el vehículo del poder patocrático:

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Llamaremos por el nombre de “asociación ponerogénica” a cualquier grupo de gente que se caracterice por procesos ponerogénicos de una intensidad social por encima de la media, en donde los portadores de varios factores patológicos cumplen la función de inspiradores, fascinadores y líderes, y en donde se genera una verdadera estructura social patológica. Las asociaciones más pequeñas y menos permanentes serán llamadas “grupos” o “uniones”.
Dicho tipo de asociación provoca el mal que hiere a otras personas así como a sus propios miembros. Podríamos crear una lista de los diversos nombres que la tradición lingüística ha adjudicado a tales organizaciones: bandas, pandillas criminales, mafias, grupos políticos y clanes, que evitan ingeniosamente el choque con la ley mientras buscan obtener ventajas.
Tales uniones aspiran con frecuencia al poder político con el propósito de imponer su oportuna legislación sobre la sociedad, en nombre de una ideología adecuadamente preparada, derivando ventajas bajo la forma de prosperidad y satisfacción desproporcionada de sus ansias de poder. […]
Un fenómeno que todos los grupos y asociaciones ponerogénicas tienen en común es el hecho de que sus miembros pierden (o ya han perdido) la capacidad de percibir individuos patológicos como tales, interpretando su conducta de una manera fascinada, heroica o melodramática. Las opiniones, ideas y juicios de personas portadoras de diversos déficits psicológicos son dotados de una importancia por lo menos igual a la de individuos sobresalientes dentro de la gente normal.
La atrofia de las facultades críticas naturales con respecto a individuos patológicos se convierte en una apertura para sus actividades, y al mismo tiempo en un criterio para reconocer la asociación en cuestión como ponerogénica. Llamemos a esto el primer criterio de la ponerogénesis.
[...]
Otro fenómeno que todas las asociaciones ponerogénicas tienen en común es su concentración estadísticamente más elevada de individuos con diversas anomalías psicológicas. Su composición cualitativa es crucialmente importante en la formación de la totalidad del carácter de las actividades, del desarrollo o de la extinción de la unión.
Grupos dominados por diversos tipos de individuos caracteropáticos desarrollarán actividades relativamente primitivas, demostrando que es bastante fácil que la sociedad de gente normal se quiebre. El asunto es diferente cuando tales uniones son inspiradas por individuos psicopáticos.
Luego Lobaczewski describe los dos tipos básicos de uniones ponerogénicas: las ponerogénicas primarias y las ponerogénicas secundarias:
Describamos como primeramente ponerogénica una unión cuyos miembros anormales se mantuvieron activos desde el principio, efectuando el rol de catalizadores de la cristalización tan pronto como ocurrió el proceso de creación del grupo.
Llamaremos secundariamente ponerogénica a una unión que fue fundada en nombre de alguna idea con un significado social independiente, por lo general incluida dentro de las categorías de la visión lógica del mundo, pero que luego sucumbió a una cierta degeneración moral. Esto a su vez abrió las puertas a la infección y activación de los factores patológicos en su seno, y luego a una ponerización del grupo entero, o a menudo de su fracción.
Desde el comienzo mismo, una unión primariamente ponerogénica es un cuerpo extraño dentro del organismo de la sociedad, ya que su carácter choca con los valores morales que la mayoría respeta. Las actividades de tales grupos provocan una oposición y disgusto, y se las considera inmorales; por regla general, entonces, tales grupos no se propagan demasiado ni se metastatizan en uniones numerosas. Finalmente pierden la batalla contra la sociedad.
Sin embargo, para que puedan tener la oportunidad de desarrollarse en una asociación ponerogénica de gran tamaño, basta con que alguna organización humana, caracterizada por objetivos sociales o políticos y una ideología con algún tipo de valores creativos, sea aceptada por un grupo más grande de gente normal, antes de que sucumba a un proceso de malignidad ponerogénica.
Es posible que la tradición primaria y los valores ideológicos protejan durante un largo tiempo a una unión que ha sucumbido al proceso de ponerización del sentido común sano de la sociedad, en especial sus componentes menos críticos.
Cuando los procesos ponerogénicos afectan a una organización humana de ese tipo, la cual emergió y actuó en nombre de propósitos políticos y sociales cuyas causas estaban condicionadas por la historia y la situación social, los valores primarios originales del grupo alimentarán y protegerán tal unión, a pesar de que aquellos mismos valores primaros hayan sucumbido a una degeneración característica, y que su función práctica se haya vuelto completamente distinta a la original, porque se retienen los nombres y los símbolos.
Simplemente porque un grupo opera bajo el título de “comunismo”, “socialismo”, “democracia”, “conservadurismo” o “republicanismo”, eso no significa en la práctica que sus funciones se acerquen siquiera a la ideología presente al comienzo. La ideología original sirve para disimular, porque las asociaciones ponerogénicas que comienzan con ideas patológicas no son aceptables en la sociedad normal. Y mientras los miembros normales continúen interpretando los ideales originales a través de su comprensión más profunda, estarán ciegos al proceso de ponerogénesis que está teniendo lugar en su centro.
Lobaczewski continúa luego describiendo cómo los trastornos complementarios de los distintos tipos patológicos trabajan en conjunto en tal asociación:
Las uniones ponerogénicas de la variedad primaria interesan principalmente a la criminología; nuestra mayor preocupación serán las asociaciones que sucumben al proceso secundario de malignidad ponérica. […]
Dentro de cada unión ponerogénica, se crea una estructura psicológica que puede ser considerada como la contraparte o caricatura de una estructura de sociedad u organización social normales. En una organización social normal, los diversos individuos con sus virtudes y defectos psicológicos, se complementan en sus talentos y características. Esta estructura está sujeta a la modificación diacrónica en lo que concierne a los cambios en el carácter global de la asociación. Lo mismo ocurre en una unión ponerogénica. Individuos con diversas aberraciones psicológicas también se complementan en sus talentos y características.
Con frecuencia, algunas fases tempranas de la actividad de la unión son dominadas por individuos caracteropáticos, y en particular paranoicos, que a menudo juegan un papel inspiracional o de fascinador en el proceso de ponerización. Recuerde aquí que el poder del caracterópata paranoico reside en el hecho de que esclaviza fácilmente las mentes menos críticas, por ejemplo a personas con otro tipo de deficiencias psicológicas, o que han sido víctimas de individuos con trastornos de la personalidad, y sobre todo una gran parte de la juventud.
Llegado a este punto, la unión aún exhibe una cierta característica romántica y todavía no se caracteriza por una conducta excesivamente brutal.
Un ejemplo podría ser el de una personalidad paranoica que se cree Robin Hood con la “misión” de “robar a los ricos para dar a los pobres”. Esto se puede transformar fácilmente en “robar a cualquiera para su propio beneficio” bajo el velo de que la “justicia social en contra nuestra hace que sea correcto”.
Sin embargo, al poco tiempo, los miembros más normales son empujados a dejar sus funciones y se los excluye de los secretos de la organización; como consecuencia, algunos abandonan la unión.
Luego, individuos con trastornos heredados se apoderan progresivamente de los puestos inspiracionales y de liderazgo. El rol de los psicópatas de base crece en forma gradual, a pesar de que les gusta mantenerse ostensiblemente discretos (ej. dirigiendo pequeños grupos), imponiendo el ritmo como eminencia gris. En las uniones ponerogénicas a una escala social mayor, el rol de líder por lo general está representado por un tipo de individuo diferente, uno que es más fácilmente digerible y representativo. Algunos ejemplos incluyen la caracteropatía frontal, o algún complejo más discreto de rasgos menores.
Al principio un fascinador hace simultáneamente de líder en un grupo ponerogénico. Más tarde aparece otra clase de “talento de liderazgo”, un individuo más vital que por lo general se une más tarde a la organización, una vez que ésta ya ha sucumbido a la ponerización. Se fuerza al individuo fascinador, por ser más débil, a llegar a un acuerdo siendo desviado hacia las sombras y reconociendo el “genio” del nuevo líder a menos que acepte la amenaza de una pérdida total de su lugar en la unión. Se distribuyen los roles. El fascinador necesita el apoyo del líder original y decisivo, quien también necesita a cambio al fascinador para sostener la ideología de la asociación, tan esencial para mantener la actitud adecuada en aquellos miembros de la lista que insinúan una tendencia a la crítica y dudan de la variedad moral.
La nueva tarea del fascinador pasa a ser la reestructuración apropiada de la ideología, deslizando nuevos contenidos bajo títulos antiguos, para poder de esa manera seguir cumpliendo con su función propagandística bajo condiciones constantente cambiantes. También debe sostener la mística del líder dentro y fuera de la asociación. Sin embargo, no puede haber plena confianza entre los dos, ya que el líder desprecia secretamente al fascinador y su ideología, mientras que este último desprecia al líder por ser un individuo tan ordinario. La confrontación siempre es probable; sin embargo, quienquiera que sea el más débil se convierte en el perdedor.
La estructura de dicha unión sufre una diversificación y especialización aun mayores. Un abismo se crea entre las masas de miembros más morales y los iniciados de la elite, quienes por regla general son más patológicos. Este último subgrupo se ve cada vez más dominado por factores patológicos hereditarios, siendo estos por los efectos que siguen a diversas enfermedades que afectan al cerebro, y también por individuos psicopáticos menos típicos y por gente cuyas personalidades con trastornos fueron causados por una privación previa o por métodos de crianza brutal por parte de individuos patológicos. Pronto resulta que queda cada vez menos lugar para la gente normal en el grupo. Los secretos y las intenciones de los líderes permanecen escondidos al proletariado de la unión; los productos del trabajo de los fascinadores deben bastar para este segmento.
Un observador que está siguiendo las actividades de tal unión desde afuera y que utiliza una visión psicológica natural del mundo siempre tendrá tendencia a sobrestimar el rol del líder y su función supuestamente autocrática. Los fascinadores y el aparato de propaganda son movilizados para mantener esta opinión externa errónea. No obstante, el líder depende de los intereses de la unión, y en especial de los iniciados de la elite, mucho más de lo que cree. Libra una batalla constante de maniobras; es un actor con un director. En las uniones macrosociales, esta posición la ocupa por lo general un individuo más representativo que no está desprovisto de ciertas facultades críticas; iniciarlo con todos esos planes y cálculos criminales sería contraproducente.
En conjunción con parte de la elite, un grupo de individuos psicopáticos que se esconden detrás del escenario manejan al líder, del mismo modo que Borman y su camarilla manejaban a Hitler. Si el líder no cumple con el rol que se le asigna, sabe por lo general que la camarilla que representa a la elite de la unión está en posición de asesinarlo, o de lo contrario quitarlo de su puesto. […]
Hemos hecho un esquema de las propiedades de las uniones en las cuales el proceso ponerogénico ha transformado su contenido original, generalmente benévolo, en un homólogo patológico del mismo, y ha modificado su estructura y sus últimos cambios de un modo lo suficientemente amplio para que abarque el espectro más grande posible de este tipo de fenómenos, desde la escala social más pequeña a la más grande. Las reglas generales que gobiernan esos fenómenos parecen ser al menos análogas, independientemente de la escala cuantitativa, social e histórica de tal fenómeno."

domingo, 8 de febrero de 2009

La patocracia

Laura Knight-Jadczyk
Citas extraídas de El 11-S: la verdad definitiva
08/02/09

Comenzamos con una historia que Lobaczewski relata sobre su primer encuentro con la patocracia, cuando era estudiante en la universidad. Su primera idea es que el estudio del comportamiento patocrático debe ser realizado libre de toda interpretación moral del tipo de las que se utilizan frecuentemente para comprender el mal. Se debe estudiar del mismo modo en que un biólogo estudia la naturaleza:

De joven leí un libro acerca de un naturalista que paseaba a través de tierras vírgenes en la cuenca amazónica. En un momento, un animalito cayó de un árbol encima de su nuca, arañando dolorosamente su piel y chupándole la sangre. El biólogo lo sacó cuidadosamente –sin rabia, ya que esa era su manera de alimentarse– y procedió a estudiarlo minuciosamente. Este cuento trajo sorprendentemente a mi mente aquellos tiempos muy difíciles en los que un vampiro caía sobre nuestros cuellos, chupándole la sangre a una nación infeliz.

La actitud de un naturalista –que trata de rastrear la naturaleza de fenómenos macro-sociales a pesar de la adversidad– aseguró una cierta distancia intelectual y una mejor higiene psicológica, aumentando también ligeramente la sensación de seguridad y suministrando una premonición de que este mismo método podía ayudar a encontrar una solución creativa. Esto requería controlar los reflejos naturales y moralizantes de revulsión y otras emociones dolorosas que este fenómeno provoca en cualquier persona normal cuando la priva de su alegría de vivir y de su seguridad personal, arruinando su propio futuro y el de su nación. La curiosidad científica se convierte en un aliado fiel durante tales tiempos.

En el siguiente relato deja en claro la importancia de mantener un punto de vista objetivo:


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Que el lector imagine, por favor, una sala muy grande en algún antiguo edificio gótico de una universidad. Muchos de nosotros nos reuníamos allí al comienzo de nuestros estudios para escuchar las clases de filósofos sobresalientes. El año que precedió a nuestra graduación, fuimos arrastrados allí para escuchar las clases de adoctrinamiento que habían sido introducidas recientemente. [Bajo el nuevo régimen comunista], [a]lguien que nadie conocía apareció detrás del atril y nos informó que iba a ser nuestro profesor a partir de ese momento. Su discurso era fluido, pero no tenía nada de científico: no distinguía conceptos científicos de los utilizados a diario, y trataba ideas dudosas como si fueran conocimiento indiscutible. Nos inundaba noventa minutos por semana con paralogísticas ingenuas y presuntuosas y con una visión patológica de la realidad humana. Nos trataba con desprecio y con un odio no muy bien controlado. Dado que burlarse podía traer consecuencias horrorosas, teníamos que escuchar atentamente con la mayor gravedad.
Los rumores no tardaron en dejar al descubierto el origen de esta persona. Había llegado de un suburbio de Cracovia y había ido a la escuela superior, aunque nadie sabía si se había graduado. De cualquier forma, esta era la primera vez que atravesaba los portales de la universidad, ¡y como profesor, además! […]
Después de dicha tortura mental, llevó mucho tiempo para que alguien rompiera el silencio. Estudiábamos por cuenta propia, ya que sentíamos que algo extraño se había apoderado de nuestras mentes y que se estaba perdiendo definitivamente algo muy valioso. El mundo de la realidad psicológica y los valores morales parecían estar suspendidos como en una niebla escalofriante. Nuestro sentimiento humano y la solidaridad estudiantil perdieron su sentido, del mismo modo que el patriotismo y nuestros criterios establecidos desde hacía tiempo. Entonces nos preguntamos unos a otros: “¿Ustedes también están atravesando por esto?” Cada uno experimentaba a su manera esta preocupación acerca de su propia personalidad y porvenir. Algunos respondían en silencio a las preguntas. La profundidad de estas experiencias resultó ser diferente para cada individuo.
Entonces nos preguntamos cómo podíamos protegernos de los resultados de este “adoctrinamiento”. Teresa D. hizo la primera sugerencia: pasemos un fin de semana en las montañas. Funcionó. En compañía agradable, con un poco de bromas, y luego el agotamiento, seguido por un sueño profundo en un refugio, y nuestras personalidades humanas regresaron, aunque con ciertas reminiscencias. El tiempo también demostró crear una suerte de inmunidad psicológica, si bien no con todos. Analizar las características psicopáticas de la personalidad del “profesor” se convirtió en otra manera excelente de proteger nuestra propia higiene psicológica.
Ya puede imaginar nuestra preocupación, desilusión y sorpresa cuando algunos colegas que conocíamos bien comenzaron de repente a cambiar su visión del mundo; sus patrones de pensamiento nos recordaban además el parloteo del “profesor”. Sus sentimientos, que recientemente habían sido amistosos, se volvieron notablemente más fríos, si bien aún no hostiles. Argumentos benévolos o críticos por parte de estudiantes les rebotaban. Daban la impresión de poseer algún tipo de conocimiento secreto; para ellos éramos tan sólo sus antiguos colegas, creyendo todavía en lo que los profesores de otros tiempos nos habían enseñado. Teníamos que ser cuidadosos con lo que les decíamos.
Poco después nuestros antiguos colegas se alistaron en el Partido [Comunista]. ¿Quiénes eran? ¿De qué grupos sociales provenían? ¿Cómo y por qué habían cambiado tanto en menos de un año? ¿Por qué ni yo ni la mayoría de mis compañeros sucumbimos a este fenómeno y proceso? Muchas preguntas como éstas afloraban en nuestra mente en ese entonces. Aquellos tiempos, preguntas y actitudes hicieron surgir la idea de que este fenómeno podía ser entendido objetivamente, una idea que fue cristalizando con el tiempo. Muchos de nosotros participamos en las observaciones y reflexiones iniciales, pero la mayoría se desmoronó al enfrentarse directamente con problemas materiales o académicos. Sólo quedamos algunos; así que es posible que el autor de este libro sea el último de los mohicanos.
Fue relativamente fácil determinar el origen de la gente que sucumbió a este proceso, que entonces llamé “transpersonificación”, así como el ambiente en que se hallaban. Provenían de todos los grupos sociales, incluyendo familias aristócratas y fervientemente religiosas, y provocaron una ruptura en nuestra solidaridad estudiantil del orden de aproximadamente un 6%. La mayoría restante sufrió diferentes grados de desintegración de la personalidad que trajeron como consecuencia la realización de esfuerzos individuales en busca de los valores necesarios para volver a encontrarse consigo mismos; los resultados fueron variados y a veces creativos.
Incluso entonces, no teníamos duda alguna acerca de la naturaleza patológica de este proceso de “transpersonificación”, el cual transcurría de manera similar pero no idénticamente en todos los casos. La duración de los resultados de este fenómeno también variaba. Algunas de estas personas se convirtieron luego en fanáticos. Otros, más tarde, aprovecharon las distintas circunstancias para retirarse y restablecer los vínculos perdidos con la sociedad normal. Fueron remplazados. El único valor constante de este nuevo sistema social era el mágico número 6%.
Intentamos evaluar el nivel de talento de aquellos colegas que habían sucumbido a este proceso de transformación de la personalidad, y llegamos a la conclusión de que en promedio, era ligeramente inferior a la media de la población estudiantil. Su menor resistencia residía obviamente en otros rasgos bio-psicológicos que eran muy probablemente cualitativamente heterogéneos.
Tuve que estudiar temas bordeando la psicología y la psicopatía para lograr responder a las preguntas que surgían de nuestras observaciones; la negligencia científica en estas áreas demostró ser un obstáculo difícil de vencer. Al mismo tiempo, alguien guiado por un conocimiento especializado al parecer vació las bibliotecas de todo lo que podríamos haber encontrado sobre el tema. […]
Si analizamos ahora minuciosamente estas recurrencias, podríamos decir que el “profesor” estaba colgando un cebo por encima de nuestras cabezas, basado en el conocimiento psicológico específico de los psicópatas. Supo de antemano que sería capaz de pescar individuos susceptibles, pero su limitado número lo desilusionó. El proceso de transpersonificación tomaba el mando generalmente cuando el substrato instintivo de un individuo estaba marcado por una cierta palidez o algunos déficits. En un menor grado, también funcionaba con gente que manifestaba otras deficiencias, y el estado provocado en su interior también era parcialmente temporal, ya que constituía mayormente el resultado de una inducción psicopatológica.
Este conocimiento acerca de la existencia de individuos susceptibles y de cómo trabajar con ellos continuará siendo una herramienta para la conquista del mundo mientras tanto siga siendo el secreto de “profesores” así. Cuando se convierta en una ciencia popularizada competentemente, ayudará a las naciones a desarrollar una inmunidad. Pero ninguno de nosotros sabía eso en aquel momento.
Sin embargo, debemos admitir que al demostrar las propiedades de la patocracia de tal manera que nos forzó a una experiencia profunda, el profesor nos ayudó a entender la naturaleza del fenómeno en una mayor escala que muchos otros verdaderos científicos que participaron de algún modo u otro en este trabajo. [Andrej Lobacwezski, Political Ponerology, A Science on the Nature of Evil Adjusted for Political Purposes (Ponerología política: una ciencia de la naturaleza del mal ajustado a fines políticos), Red Pill Press, 2006]
Este fragmento presenta la esencia del problema patocrático: su carácter organizado y consciente de sí mismo, la capacidad de ciertos individuos con trastornos mentales para manipular, controlar y hasta un cierto grado hipnotizar a los demás con sus palabras y carisma, incluyendo el “conocimiento especial” que tienen sobre los individuos normales, no patológicos, y su capacidad para influenciar y adoctrinar a un cierto porcentaje de individuos y ponerlos bajo su dominio. En otros capítulos del libro, Lobaczewski habla de otro sector de la población, que forma aproximadamente un 12%, y que crea una alianza con los patócratas, aumentando el porcentaje total de individuos “ponerizados” a alrededor del 20%, una cifra que le otorga a la patocracia miembros más que suficientes como para controlar por completo el gobierno, los negocios, la justicia y los medios.

jueves, 1 de mayo de 2008

Ponerología: Una ciencia de la naturaleza del mal

Laura Knight-Jadczyk
Citas extraídas de "El 11-S: la verdad definitiva"
01/05/08

Ponerología Política: Una ciencia de la naturaleza del mal ajustado a fines políticos*

Ponerología: s., división de la teología que trata acerca del mal; doctrina teológica sobre lo maligno o el mal; del griego: poneros, mal.



¿QUÉ ES EL MAL? Históricamente, la cuestión del mal ha sido una cuestión teológica. Varias generaciones de apologistas teológicos han escrito bibliotecas enteras con libros que intentaban certificar la existencia de un Dios Bueno, creador de un mundo imperfecto. San Agustín hizo una distinción entre dos formas de mal: el “mal moral”, el mal que hacen los humanos, por elección propia, sabiendo que están haciendo el mal; y el “mal natural”, lo malo que simplemente sucede (la tormenta, el diluvio, erupciones volcánicas, enfermedades fatales).

Y luego está lo que el psicólogo clínico Andrzej Lobaczewski denomina mal macrosocial: un mal a gran escala que se apodera de sociedades y naciones enteras, y que lo ha estado haciendo una y otra vez desde la noche de los tiempos.

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La historia de la humanidad, cuando se la considera objetivamente, es algo terrible. La muerte y la destrucción acechan a todos, tanto al pobre como al rico, al hombre libre como al esclavo, al joven como al viejo, al bueno como al malo, con una arbitrariedad y despreocupación que, aun si lo contemplamos momentáneamente, puede destruir la capacidad de funcionamiento de una persona normal.

Una y otra vez, el hombre ha visto sus sembradíos y su ganado echarse a perder por la sequía o la enfermedad, sus seres amados atormentados y diezmados por la enfermedad y la crueldad humana, la labor de una vida entera reducida a la nada en un instante por sucesos sobre los cuales no posee ningún control.

El estudio de la historia a través de sus diversas disciplinas ofrece una visión casi insoportable de la humanidad. Los movimientos rapaces de tribus hambrientas, invadiendo, conquistando y destruyendo en la oscuridad de la prehistoria; los invasores bárbaros del mundo civilizado durante las épocas del medioevo, las luchas sangrientas de las cruzadas de la Europa católica en contra de los infieles del Medio Oriente y luego en contra de sus propios hermanos “infieles”; el terror acechador de la Inquisición cuando los mártires apagaban el fuego con su propia sangre. Más tarde viene el holocausto feroz del genocidio moderno; guerras, hambre, pestilencia dando zancadas por el mundo con botas de cien leguas; y nunca nada más aterrorizante que la situación actual.

Todas estas cosas producen una intolerable sensación de indefensión ante lo que Mircea Eliade llama el ‘terror de la historia’.

Hay quienes podrán decir que hoy todo eso ya forma parte del pasado; que la humanidad ha entrado en una nueva fase; que la ciencia y la tecnología nos han traído hasta el punto de lograr acabar con este sufrimiento. Mucha gente cree que el hombre está evolucionando; que la sociedad está evolucionando; y que ahora tenemos el control sobre el mal arbitrario de lo que nos rodea, o que por lo menos lo vamos a tener después de que George Bush y sus neocons hayan tenido 25 años para luchar en la Infinita Guerra contra el Terror. Reinterpretamos o ignoramos cualquier cosa que no apoye esta idea. [...]

A nivel social, el odio, la envidia, la codicia y la contienda se multiplican de manera exponencial. El crimen aumenta nueve veces más rápido que la población. Esto se combina con guerras, insurrecciones y purgas políticas, y se multiplica con millones de personas en todo el mundo que carecen de comida o un techo adecuado a causa de las acciones políticas.

Y luego, por supuesto, sequías, hambre, plagas, y catástrofes naturales incrementan aun más la pérdida de vidas y sufrimiento. Esto también parece estar en aumento.

Aquél que contempla la historia tal cual es, está obligado a darse cuenta de que está siendo oprimido por una existencia dentro de la cual no puede encontrar compasión ni preocupación por su dolor y sufrimiento. Una y otra vez, en cada milenio, los mismos sufrimientos recaen sobre la humanidad millones y millones de veces. La totalidad del sufrimiento humano es algo atroz. Podría seguir escribiendo hasta el fin del mundo utilizando océanos de tinta y bosques de papel sin poder nunca transmitir completamente este Terror. La bestia de la calamidad arbitraria siempre ha estado con nosotros. Ya que en todo el tiempo en que los corazones humanos han bombeado sangre caliente por sus cuerpos demasiado frágiles y han brillado con las dulzuras indescriptibles de la vida y el anhelo de todo lo que es bueno, correcto y digno de ser amado, la bestia despreciadora, acosadora, hambrienta y maquinadora del mal inconsciente se ha frotado las manos anticipando su próximo festín de terror y sufrimiento. Desde el comienzo de los tiempos, siempre ha existido este misterio acerca del estado del hombre, esta maldición de Caín. Y, desde el comienzo de la historia, el grito ha sido: ¡Mi castigo es mayor que lo que puedo soportar!

Se conjetura que, en tiempos antiguos, cuando un hombre percibía esta condición intolerable e incomprensible en la que se encontraba su existencia, creaba cosmogonías para justificar todas las crueldades, aberraciones y tragedias de la historia. Es verdad que el hombre, por regla general, es impotente frente a las catástrofes cósmicas y geológicas, y desde hace tiempo se dice que el individuo promedio no puede hacer nada frente a los violentos ataques militares, la injusticia social, las desgracias personales o familiares, y un gran número de ataques a su existencia, demasiados como para enumerarlos.

En realidad, el mal macrosocial y el mal cotidiano son inseparables. La acumulación a largo plazo del mal cotidiano siempre lleva inevitablemente al Gran Mal Sistemático que destruye a más gente inocente que cualquier otro fenómeno en este planeta.[...]

El Dr. Lobaczewski no estaba proponiendo un estudio “teológico”, sino más bien científico de lo que podemos llamar claramente el mal. El problema es que nuestra cultura científica materialista no admite fácilmente que el mal exista verdaderamente, per se. De Political Ponerology:
Algunos filósofos de hoy en día que desarrollan la metaética están tratando de avanzar en su grado de comprensión, y mientras resbalan a lo largo del espacio flexible que lleva a un análisis del lenguaje de la ética, contribuyen a eliminar algunas imperfecciones y hábitos del lenguaje conceptual natural. Sin embargo, es muy tentador para un científico penetrar este núcleo eternamente misterioso. […]

Si los médicos se comportaran como los eticistas y no estudiaran enfermedades porque sólo se interesaran en estudiar cuestiones de salud, entonces no existiría nada parecido a la medicina moderna. […] Los médicos tenían razón en su hincapié en estudiar la enfermedad antes que nada para lograr descubrir las causas y propiedades biológicas de las enfermedades, y entonces comprender la patodinámica con la que cursan. Una comprensión de la naturaleza de la enfermedad, y el curso que sigue, permite después de todo elaborar y utilizar los métodos curativos apropiados. […]

Entonces surge la siguiente pregunta: ¿no se podría utilizar algún modo de proceder análogo para estudiar las causas y la génesis de otros tipos de mal que azotan a individuos, familias y sociedades? La experiencia le enseñó al autor que el mal es de naturaleza similar a la enfermedad, si bien también posiblemente más complejo y elusivo para nuestro entendimiento. […]

Paralelamente a la perspectiva tradicional, también se puede tratar problemas comúnmente percibidos como morales en base a datos provistos por la biología, la medicina y la psicología, dado que este tipo de factores están presentes simultáneamente en la cuestión como un todo. La experiencia nos enseña que una comprensión de la esencia y génesis del mal utiliza por lo general datos de estas áreas. […]

Puede ser que el pensamiento filosófico haya engendrado todas las disciplinas científicas, pero estas últimas no maduraron hasta no haberse vuelto independientes, basándose en datos detallados y en una relación con otras disciplinas que proporcionaban tales datos.

Alentado por el descubrimiento a menudo “por coincidencia” de estos aspectos naturalísticos del mal, el autor inició la metodología de la medicina; psicólogo clínico y colaborador médico de profesión, tenía estas tendencias de todos modos. Así como ocurre con los médicos y las enfermedades, tomó el riesgo de un contacto cercano con el mal y sufrió las consecuencias. Su propósito consistía en averiguar las posibilidades de un entendimiento de la naturaleza del mal, sus factores etiológicos, y rastrear su patodinámica. […]

Así nació una nueva disciplina: la ponerología. El proceso de la génesis del mal fue llamado, correspondientemente, ‘ponerogénesis’. […]

Es posible obtener ventajas morales, intelectuales y prácticas considerables de una comprensión de la génesis del mal gracias a la objetividad requerida para estudiarlo desapasionadamente. No se destruye el patrimonio humano de la ética al tomar esta aproximación: en realidad se fortalece, ya que el método científico puede ser utilizado para confirmar los valores básicos de las enseñanzas morales.

Comprender la naturaleza de la patología macro-social nos ayuda a encontrar una actitud saludable y a proteger así nuestras mentes de ser controladas o envenenadas por los contenidos de la enfermedad y la influencia de su propaganda.

Sólo podemos conquistar este enorme y contagioso cáncer social si entendemos su esencia y sus causas etiológicas.

Dicha comprensión de la naturaleza de los fenómenos conduce a la conclusión lógica de que, hoy en día, las medidas a tomar para curar y reordenar el mundo deberían ser completamente diferentes de las empleadas hasta este momento para resolver conflictos internacionales. También es cierto que, tan sólo el hecho de poseer el conocimiento y la consciencia de los fenómenos de la génesis del mal macro-social puede comenzar a sanar individuos y ayudarlos a que sus mentes recobren la armonía.[…][Andrzej Lobaczewski, Ponerología Política]

*Una discusión basada en el trabajo de Andrzej Lobazcewski, PhD, ahora publicada como Political Ponerology, (Red Pill Press, 2006). Disponible en inglés y en francés, y próximamente en español.